¿Qué hubiera sucedido este martes en el Camp Nou si Gerard Piqué no hubiera decidido forzar su regreso? Solo pensarlo provoca escalofríos. Y es que el central, después de casi 3 meses de inactividad en caer lesionado en el Wanda Metropolitano, volviendo antes de tiempo y con muy pocos entrenamientos en las piernas ha sido, de largo, el mejor de la sufrida línea defensiva del Barça, y puede que el más destacado de un equipo que ha bajado a la tierra de golpe ante un París Saint-Germain muy superior.
Piqué ha ordenado a sus compañeros, se ha hartado a despejar balones con la cabeza, ha ayudado a Dest en la cobertura de Mbappé, un auténtico dolor de muela durante todo el duelo y, como es habitual en él, ha sido el primer creador, sacando el balón jugado desde atrás. Un auténtico mariscal en tiempos de sufrimiento.
En cierto modo, ha sido como si Piqué nunca hubiese estado en la enfermería, un retorno inmaculado de un futbolista que no hay que olvidar que hace unos días cumplió 34 años.
Piqué, frustrado ante un PSG muy superior al Barça
Y Piqué ha mantenido el nivel con el paso de los minutos, y eso que la exigencia, y el sufrimiento, ha sido enorme. En el segundo tiempo, el central ha despejado con la cabeza un peligroso disparo de Verratti e incluso ha evitado en primera instancia el 1-2, de Icardi, aunque en el rechace ya no ha podido hacer nada ante Mbappé. Finalmente, Ronald Koeman lo ha substituido en el minuto 78, por Busquets, y ya cuando en el marcador había un doloroso 1-3.
Desgraciadamente, el enorme sacrificio de Piqué no ha sido suficiente para que la superioridad del PSG no se haya visto reflejada con claridad en el marcador del Camp Nou. Este Barça no está para competir en Europa.
La sensación, eso sí, es que sin Piqué quizá estaríamos ante otro resultado europeo de escándalo en contra del Barça, si es que un 1-4 ya no es suficientemente vergonzoso.