La derrota contra el Alavés certificó este sábado que el Girona es equipo de Segunda División. En Vitoria, los de Eusebio Sacristán ni siquiera intentaron ganar el partido. Necesitaban un milagro, sí, pero como mínimo hacía falta sumar los tres puntos y esperar que el resultado de Vigo acompañara.

En la categoría de plata el Girona será un equipo completamente diferente. Entrenador nuevo, jugadores de menos nivel y, probablemente, una afición menos entregada. Para poder reinventarse con éxito, primero hay que entender cómo se ha podido caer en el pozo sin retorno. Estas son algunas de las causas que han alejado el Girona de la élite del fútbol español.

Un entrenador inoperante

A veces, cuando las cosas van mal, se critica la figura del entrenador de manera injusta. No es el caso del Girona, y es que la responsabilidad de Eusebio Sacristán sobre el descenso del equipo es mayúscula. El ex de la Real Sociedad llegó a Montilivi con la intención de crear un proyecto de larga duración y, de hecho, él mismo reconoció que pretendía establecerse varios años en la ciudad. La experiencia, sin embargo, ha sido nefasta.

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Eusebio quería convertir el Girona en un conjunto que apostara por el dominio de la pelota, por buscar siempre la portería contraría y por, en definitiva, regalar un fútbol alegre a sus seguidores. Al principio de temporada, el vallisoletano dejó atrás el clásico 5-2-3 de Pablo Machín y apostó por un 4-3-3 de manual, pero muy pronto se hizo patente que las cosas no serían tan fáciles. Durante todo el curso, el Girona ha sido incapaz de mantener un esquema fijo, hecho que ha generado incertidumbre en los jugadores, en la afición y en el propio cuerpo técnico. Hombres como Aleix García o Douglas Luiz han disfrutado de muchos más minutos que el curso pasado, pero su rendimiento no ha ayudado ha justificar la apuesta del técnico -o del club- por el fútbol de toque.

Por si su inoperancia en la pizarra no fuera suficiente, Eusebio también ha sacado de quicio por su desidia en el banquillo y en la sala de prensa. En los mejores y peores momentos, el de Valladolid ha mantenido un tono pasota exasperante con el cual no ha conseguido transmitir ningún tipo de optimismo. No aceptar preguntas en la previa del trascendental Girona-Sevilla o situar a Juanpe de lateral izquierdo en Getafe fueron las gotas que colmaron el vaso.

La mala planificación deportiva

Criticar a Eusebio y no apuntar hacia la secretaría técnica, sin embargo, sería injusto. El verano del Girona estuvo marcado por un hecho clave: el traspaso frustrado de Portu al Sevilla. El director deportivo del club, Quique Cárcel, se mantuvo firme e impidió que el delantero murciano se marchara al Nervión porque la cifra que ofrecían los andaluces no era lo bastante alta.

Este hecho se celebró en Montilivi, pero paralelamente provocó que la entidad no dispusiera de músculo económico para reforzarse. Futbolistas cedidos como Pablo Maffeo o Michael Olunga abandonaron Girona y David Timor y Rubén Alcaraz fueron traspasados por poco más de 1 millón de euros respectivamente.

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Así, el club compró a Johan Mojica y Marc Muniesa -cedidos por el Rayo y el Stoke el curso anterior- adquirió Seydou Doumbia a coste cero y consiguió las cesiones de Douglas, Aleix y Patrick Roberts, del City. La realidad, sin embargo, es que las altas han sido insuficientes. Sin un lateral derecho puro, Pedro Porro y Valery -con edad de juvenil- han tenido que sacar las castañas del fuego.

Cárcel, además, no se atrevió a despedir a Eusebio en el momento indicado. Después de la derrota en Valladolid (1-0), y en plena crisis de resultados, había que actuar y buscar una sacudida, pero el director deportivo prefirió no hacerlo. El motivo: Cárcel sabía que no había podido dotar de los recursos necesarios al técnico en el mercado de verano y, por lo tanto, se atribuía un porcentaje de culpa tan o más grande que el del entrenador.

Lesiones muy dolorosas

Aparte de las lesiones recurrentes que suceden en todos los equipos del mundo, el Girona ha acusado dos bajas clave en el carril izquierdo. Marc Muniesa, Carles Planas, Raúl García, Valery e incluso Àlex Granell han tenido que jugar de lateral porque Aday Benítez y Johan Mojica se han perdido prácticamente toda la temporada.

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Aday, uno de los capitanes, fue operado de la rodilla el mes de noviembre; mientras que Mojica se rompió los ligamentos de la misma articulación y no debutó hasta la semana pasada contra el Levante. El colombiano era clave con Machín y, después de hacer un gran Mundial, tenía que ser un titular indiscutible.

Debilidad en casa

3 victorias, 6 empates y 10 derrotas. Los números del Girona en Montilivi han sido pésimos. Tanto, que los de Eusebio se han convertido en el peor local de la Liga. Ni siquiera los registros goleadores de Stuani, que ha marcado 19 goles en el campeonato doméstico, han podido cambiar una dinámica letal.

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La afición del estadio rojiblanco se ha pasado 6 meses sin disfrutar de un triunfo de su equipo por culpa de una racha esperpéntica: el Girona ganó el Rayo el 27 de octubre (2-1) y no volvió a vencer hasta el 28 de abril contra el Sevilla (1-0).

Una aventura sin premio

La ambición siempre es loable, pero lo cierto es que la aventura del Girona en la Copa del Rey ha sido uno de los elementos que también ha influido en su descenso.

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Sin hacer mucho ruido, los de Eusebio eliminaron al Alavés en los dieciseisavos de final y después, en los cuartos, se deshicieron del Atlético de Madrid empatando en el Wanda (3-3). La gesta animó al público pero desgastó al equipo en un momento clave de la temporada. La clasificación, además, no sirvió por nada. En cuartos, el Real Madrid de Solari no tuvo piedad de los gerundenses ganando en el Bernabéu (4-2) y en Montilivi (1-3).