Ningún otro futbolista fue como él. Ningún otro entrenador fue tan innovador como él. Ningún otro cambió tanto la vida del Barça y de los barcelonistas como él. Johan Cruyff fue un revolucionario del fútbol. Un hombre inquieto en sus ideas, nada diplomático y si, en cambio, hombre firme en sus convicciones. Jugó siempre al ataque. Tanto en el terreno de juego como en sus creencias. Optimista hasta su fallecimiento: "De momento voy ganando al cáncer 2-0". dijo en una reciente entrevista. Pero se fue en silencio. No dijo nada más. Él, siempre tan crítico, tan perfeccionista, no pudo con el cáncer de pulmón que se le descubrió en octubre pasado.
Cruyff inventó otro fútbol. Más alegre, más dinámico, más feliz. Su carácter ganador contagió al barcelonismo y llenó a los culés de satisfacción después de una noche gloriosa en el Santiago Bernabeu, en la que el Barça consiguió un 0-5 histórico sobre el Real Madrid. A partir de entonces el barcelonismo tomó conciencia de lo que era el fútbol total y lo mejor: creyó en él.
Guardiola, la belleza y la elegancia
Creador del dream team, un Barça de ensueño que construyó con sus propias ideas, donde reconvirtió extremos en laterales, en donde el extremo izquierdo tuvo que ir por su lado cambiado y el derecho a la inversa. Un equipo en el que creó la figura del número 4, el enlace de todo, el jugador que en cuanto recibía el balón debía saber de memoria a quien pasarlo.
Un Pep Guardiola. Un Barça de ensueño que conquistó cuatro títulos de liga consecutivos y su primera Copa de Europa, en Wembley, en 1992. Un equipo en el que la técnica, la elegancia, la calidad y la belleza estaban por encima del resultado. No sólo había que ganar. Había que ganar pero haciéndolo bonito.
No le gustaba nada a Cruyff los ejercicios físicos. Cuando llegaba ese momento en el entrenamiento se sentaba sobre el balón o comenzaba a jugar con él. Pero su juego deslumbrante estaba basado en una extraordinaria condición física. Era un portento con el balón en los pies. Más rápido que nadie. Igual que cuando hablaba.
Cruyff innovó siempre. Pasó de ser un fumador empedernido, de los que consumía cigarrillos en el banquillo, a hacer una campaña contra el tabaco para la Generalitat de Catalunya en la que se le veía envuelto en una gabardina pegar una patada a una cajetilla de tabaco.
Una sonrisa al penalti de Messi
Cruyff se ha marchado de este mundo tranquilo. Sus ideas conectaron con el Barça. Su estilo de juego es el legado que ha dejado al equipo blaugrana. Incluso, en los últimos días, vio como Leo Messi ponía en práctica en el Camp Nou su famoso gol de penalti. Seguro que se fue con una sonrisa, la misma que los culés recordaran cada vez que pronuncien su nombre, porque él los hizo futbolísticamente felices. "Gallina de piel", sentirán todos.