Hubo tiempos en los que el mediocampo del Barça era el motor del equipo, pero en los últimos años el Barça siempre ha funcionado bajo el liderazgo de Leo Messi. Sólo él es capaz de definir un partido, de desequilibrar a un adversario, de remontar una eliminatoria como la que levantó el Barça ante el Athletic para meterse en los cuartos de final de la Copa del Rey. Sin Messi este Barça estaría perdido y sería mediocre, máxime cuando necesita marcar más goles que cualquier otro rival porque a los árbitros se les ha dado por equivocarse con los blaugrana.
La mejor noticia que podría dar el club y Josep Maria Bartomeu a los aficionados del Barça es que Leo Messi acabará su carrera en Les Corts. No hay que dilatar más esa renovación por mucha cabeza fría que necesite darle lo que pide. Ese chico, ya hoy convertido en uno de los capitanes, ya hoy con barba, ya hoy papá, es la esencia de este club, pero también es el alma, el corazón y la vida de este equipo.
Con tres goles, todos ellos a balón parado, porque el Athletic se defendió bien, Messi mantiene vivo al Barça en la Copa. Aunque también es cierto que en la noche que eran más necesarios apareció un Luis Suárez espléndido para rematar de tijera el primer gol, y emergió un Neymar maravilloso, dispuesto al regate, incisivo como un alfiler, provocando faltas y penaltis y mentalizado para romper su negación ante el gol de las últimas jornadas.
La contra
En partidos como los que ha jugado últimamente el Barça contra el Athletic de Bilbao y Vila-real es cuando la frase que pronunció Luis Enrique poco después de vencer en el Camp Nou al Manchester City de Pep Guardiola pierde todo su sustento. Aquel día dijo el asturiano que había acabado agotado y que suerte tenía que había pocos entrenadores como Pep, que obligaban a un trabajo extraordinario a la hora de preparar un partido.
Últimamente parece que abundan los Pep en el fútbol español. Desde Eusebio (Real Sociedad) como Fran Escribá (Vila-real) y Ernesto Valverde (Athletic) y uno de los preferidos del fallecido Johan Cruyff. Luis Enrique hizo bien en apoyar a los jugadores en la decisión de no participar en la fiesta de Zurich. Había que preparar un partido importante, dijo.
Pero la verdad es que sabiendo como sabe y como bien definió Luis Enrique al Athletic en la conferencia de prensa previa al partido, el Barça no hizo nada distinto a lo que ya hizo en San Mamés, en el partido de ida. Nada diferente para superar la esperada presión vasca. Nada extraordinario que sorprendiera a Valverde.
Mereció el Barça siempre pasar a los cuartos. Jugó en San Mamés para sacar un mejor resultado que la derrota (2-1), y en el Camp Nou habría sentenciado antes si el árbitro no hubiera invalidado el gol de Luis Suárez a los 25 minutos por un fuera de juego inexistente de Neymar.
No es menos cierto que cuando un equipo tiene que elaborar más jugadas de gol para ganar un partido porque alguno de esos tantos se los invalidan los árbitros, el problema es mucho mayor. Pero ya hemos descubierto que protestar las actuaciones de los colegiados es victimismo. Mal haría el barcelonismo en callar cada vez que sufre una injusticia, como también mal haría el catalanismo cada vez que uno de sus gobernantes es condenado injustamente por aplicar un derecho democrático.
Pero suerte tiene Luis Enrique, y eso sí que sería más destacable que las labores de entrenadores adversarios, de tener a Leo Messi, como la tuvo Pep – que bien que elogia al argentino cada vez que puede- y a Neymar o Suárez. Sin esos hombres probablemente cualquier técnico quedaría más agotado intentando contradecir las propuestas del rival.
La Liga, la Copa y la Champions cada vez son más difíciles para el Barça. Luis Enrique, luchador nato donde los haya, lo sabe. Pero habrá que estudiar más. Y, sobre todo, que el presidente deje de tener la cabeza fría y caliente más su corazón. Renueva a Messi ya, Barto.