Mamma mia, qué hemos hecho para merecer esto. Segunda salida por Europa consecutiva y segunda derrota hiriente, humillante, vergonzosa y frustrante del Barça. El equipo blaugrana volvió a recibir un severo correctivo por segunda vez en la Champions. Una dura derrota para alimentar la desesperanza, aunque todo culé que se respete piense en el partido de vuelta y en repetir el milagro del PSG. Pero este Barça no es el Barça cautivador de otros tiempos. El Juventus castigó duramente su indolencia inicial. Lo zarandeó y lo goleó, y lo dejó con un pie fuera de las semifinales de la Champions.
Vive el Barça más en el suelo que de pie. Más boca abajo que encima de. Más a remolque que remolcando. Más inferior que superior. Más presa que cazador. Más perdedor que ganador. El Barça se ha acostumbrado a vivir dentro del túnel, ver el partido desde la oscuridad, obligado a superar obstáculos como un ciego. Su iniciativa no asusta. Tener la posesión del balón no le sirve de nada. La gran mayoría de cosas que hace resultan ineficaces.
El rival, el Juventus, en cambio, pareció un campeón. En todo. En calidad de jugadores, a la hora de defender, en el momento de atacar. Y, sobre todo, en orden táctico. Y Paulo Dybala fue el reflejo del mejor Leo Messi. El argentino marcó los dos primeros goles en 22 minutos de magnifica factura. Individualmente el Barça no ganó ningún duelo. Colectivamente, fue muy inferior al Juventus.
Tiene uno la impresión que quien juega como el Barça es el adversario. Que quien sale de la presión con éxito y quien presiona con ardor y convicción es el adversario. Que quien busca la victoria con ambición es el rival y no el equipo blaugrana. Que quien parece estar perdiendo es el equipo contrario y no el Barça. Que quien quiere humillar es el enemigo y no los de Luis Enrique. Triste realidad. Una pena de Barça.
Luis Enrique formó un equipo discutido. Después del fallo cometido en Málaga nadie esperaba que Mathieu apareciera de titular ante el Juventus. Después de demostrar que no tiene sangre para este equipo nadie esperaba que André Gomes fuera el primer cambio. Había laterales. Pero Luis Enrique se la jugó. Había reservado en Málaga a varios hombres importantes pensando en este partido de la Champions. Pero la teoría no funcionó. Los que saltaron al campo vistiendo la camiseta blaugrana pensaron que el Juventus pensaría y no actuaría, esperaría y no atacaría. Todo pasó al revés. Salió el equipo de Allegri, alegre, como si conociera las debilidades del Barça, como si supiera perfectamente que a este equipo no le gusta ganar noqueando sino por puntos.
A los tres minutos, el Juventus ya gozó de una ocasión en la cabeza de Higuaín en el lanzamiento de un córner. Y a los siete, Dybala abrió el marcador. Y quince minutos más tarde colocó el 2-0.
Mejoró algo el Barça en la segunda parte, fue más en busca del gol, persiguió con más ahínco y rabia al adversario, pero cuando estaba recargando su batería, llegó el tercero del Juventus, en una jugada a balón parado. A la salida de un córner, como en A Coruña.
El 3-0 volvía a ser sangrante con el Barça. Avasallado en París y maltratado en Turín. No queda más remedio que acudir al #johicrec del pasado 8 de marzo en el Camp Nou. Toca volver a creer aunque este equipo, por lo visto en los dos últimos partidos, no invite a otra cosa que a la resignación.
Todo barcelonista que se lo crea está obligado a imaginar otra noche mágica el próximo miércoles 19 en el Camp Nou. Lo crea o no lo crea. Aunque lo de la noche de Turín invite más a depresión. Y hasta ese día el socio piense que Luis Enrique se fue del Barça el día que anunció su renuncia al cargo al final de temporada.