¿Hay en el mundo algún escenario mejor que el Camp Nou para hacer brillar la magia futbolística de los brasileños? Mucho antes de que Romario, Ronaldo, Rivaldo, Ronaldinho o Neymar vivieran los mejores años de sus vidas jugando en Barcelona, el primero y mayor astro brasileño de todos los tiempos perdió 4-3 contra el Barça en la segunda de las tres ocasiones que jugó en el coliseu azulgrana, en un partido lleno de peculiaridades extrañas.
El partido que colgó de un hilo
La noche del 2 de julio de 1960, Kubala, Pelé y Luis Suárez se hicieron una fotografía icónica pocos minutos antes de empezar un amistoso que casi no se llega a jugar. Semanas atrás se había anunciado que el Santos de Pelé, Zito o Zé Carlos era el invitado estrella de la Copa Ciudad de Barcelona, un torneo veraniego y en el cual también participarían el Padova y el otro equipo de la ciudad, el Espanyol; el formato, de cuadrangular, aparejaba en una semifinal al Barça contra los italianos a fin de que el Espanyol se enfrentara con el conjunto brasileño y, de esta forma, los dos equipos de la ciudad condal pudieran enfrentarse a Pelé. El 28 de junio, en la primera semifinal, dos goles de Vergés y uno de Kubala permitían al Barça sellar un 3-1 con el cual el conjunto azulgrana se aseguró un sitio en la final, pero la semifinal del día siguiente entre los periquitos y el Santos no llegó a disputarse nunca.
La Confederación Brasileña de Fútbol, alegando que necesitaba jugadores del Santos para disputar la Copa del Atlántico contra las selecciones de Argentina, Paraguay y Uruguay, envió un requerimiento a la Federación Española -y esta, de rebote, a la Catalana- a fin de que se anulara el torneo y los jugadores brasileños volvieran al Brasil, argumentando que necesitaban hacer reposo después de más de doce amistosos disputados en poco más de cuarenta días. El Español, que había cancelado uno amistoso en Roma y un torneo en Argelia con el fin de jugar contra el Santos, supo escasas horas antes del partido que no se enfrentaría al equipo de Pelé. En medio del despropósito general y con el fin de minimizar las indemnizaciones por incumplir el contrato según el cual su equipo disputaría dos partidos de exhibición en Barcelona, Athié Jorge Coury, presidente del Santos, medió con la Confederación Brasileña de Fútbol, que finalmente aceptó que el el conjunto paulista llegara a Brasil el 4 de julio, pero con una sola condición: sólo podía jugar un partido, en ningún caso dos.
La revancha del año anterior
En efecto, cuando después de tantas llamadas y quebraderos de cabeza el Barça y el Santos saltaron al césped aquel 2 de julio, poco se podían imaginar los dos equipos y los organizadores del torneo que todavía les esperaba un escollo más por superar: una lluvia torrencial, la típica tormenta de verano agradable de apreciar desde el porche de casa pero incomodíssima para cualquier espectador sentado en algún asiento del Camp Nou. El aguacero que a partir del minuto treinta de juego cayó sobre el terreno de juego fue tan mayúsculo que, de hecho, desde la megafonía del estadio -inaugurado hacía escasos tres años-, se informó a los 40.000 aficionados asistentes que tenían permiso para sentarse donde quisieran, acumulándose todos en los asientos cubiertos por las graderías superiores. Hacía exactamente dos años que un jovencísimo Pelé, con sólo dieciocho años, había maravillado el mundo consiguiendo con la selección canarinha el mundial de Suecia, el primero de la historia para el combinado brasileño. Un año más tarde, aprovechando la fama que la figura de Pelé había dado al Santos, el club brasileño había hecho ya una primera gira europea en la cual había visitado Barcelona, ofreciendo un recital de fútbol y ganando por1-5 a aquel Barça entrenado por Helenio Herrera.
Un año después, sin embargo, las cosas tendrían otro color. Quien se sentaba en el banquillo azulgrana era Ljubiša Broćić, el entrenador iugoslavo que había tomado el relevo de un Helenio Herrera que, a pesar de haber ganado dos ligas seguidas, había sido destituido en las postrimerías de la temporada 59-60. Ni el Barça era el mismo equipo que el verano anterior ni Pelé brilló como lo había hecho un año atrás, posiblemente gracias a un marcaje feroz de Olivella. Con la fatiga que comporta una gira de casi un mes y medio recorriendo medio mundo de partido amistoso en partido amistoso, el conjunto brasileño sucumbió en una primera parte demoledora en la cual los azulgranas consiguieron colocar uno sorprendente 4-0 en el marcador, con dos goles de Suárez, uno de Kubala y otro de Villaverde. La relajación culé y el orgullo propio de los brasileños, sin embargo, permitieron que en la segunda mitad se viera un partido diferente sobre el terreno de juego: dos goles de Pepe en escasos veinte minutos y un tercer gol, obra de Pelé, recortaron distancias hasta el 4-3 final, un resultado al cual contribuyeron las numerosas paradas decisivas de Antoni Ramallets, con quien quizás Pelé soñó aquella noche.
El toque final de un partido esperpéntico
Aquel partido, después de estar en el umbral de la suspensión, acabó jugándose a las 22.45h de la noche, una hora tardía pero casi plácida si se compara con la del debut en el Camp Nou de otro astro brasileño como Ronaldinho, más de cuarenta años más tarde, a las 00.05h de la madrugada. Igual que Ronnie en aquella famosa "Noche del gazpacho", Pelé jugó aquel día con su dorsal predilecto, el 10, al igual que lo hizo Suárez -también el 10- o Kubala, con su dorsal 9 en la espalda, pero lo que poco se imaginaba la estrella del Santos es que en la segunda mitad se enfrentaría a varios rivales que llevaban el mismo número cosido en la espalda. En efecto, los encargados de material azulgrana, quizás por la confusión generada desde hacía días sobre si se acabaría jugando o no el amistoso, habían cogido sólo camisetas con dorsales del 2 al 11, motivo por el cual cuando Suco y Loayza entraron en el terreno de juego, los dos únicos jugadores de refresco utilizados por Broćić durante el partido lo hicieron con camisetas que llevaban el mismo número de otros jugadores azulgranas que en aquel momento estaban en el terreno de juego.
Igual que los dorsales dobles, lo que tres años más tarde también se repetiría es el enfrentamiento entre culés y brasileños, de nuevo con el Santos en el Camp Nou y nuevamente con victoria azulgrana por 2-0. El Barça que Pelé se encontró el año 1963 era bien diferente al de la noche del 2 de julio de 1960, sin embargo, ya que diez meses más tarde de este amistoso estival, el conjunto barcelonista llegaría a la primera final de la Copa de Europa de su historia, la maldita final de Berna que perdería 3-2 por culpa de unos malditos palos cuadrados. Inmediatamente después, Suárez haría las maletas para triunfar en el Inter de Milán, Kubala y Ramallets se retirarían y el Barça iniciaría una famosa travesía por el desierto de catorce años sin ganar una liga. Pero eso, por suerte, ya es otra historia que hoy ni toca ni conviene recordar.