Derrota sangrante del Barça en el campo del Leganés (2-1). Los blaugrana se dejan remontar contra el colista, que sólo había sumado un punto, para dejar escapar su condición de invicto. El equipo vuelve a mostrar dos caras, desaprovecha su momento, paga el desgobierno e ilumina con más fuerza que nunca sus carencias.
El partido en la mano
El Barça llegaba a Madrid con las ideas claras. Olvidar el traspié contra el Girona y mejorar las sensaciones que deja su fútbol se suponían dos obligaciones para Ernesto Valverde, que focalizaba las rotaciones en dos posiciones: el lateral izquierdo y el delantero centro. Jordi Alba y Luis Suárez descansaban. Thomas Vermaelen y Munir El Haddadi salían del ostracismo.
Los cambios, o quizás el sentido de la responsabilidad de unos futbolistas que saben que juegan por debajo de su listón, han conectado al Barça desde el primer minuto. La pelota era suya y encerraba a un Leganés que aceptaba el planteamiento casi suicida: cinco defensas y líneas muy juntas, justo por delante el portero Iván Cuéllar. Leo Messi, extremadamente vigilado, era la gran preocupación de los madrileños, que habían transformado el partido en un ejercicio de supervivencia.
La fijación con Messi ha liberado a Philippe Coutinho. El '7' del Barça, sólo en la frontal del área, ha roto el empate con una volea enganchada al palo. El cielo se abría gracias a un especialista. El Leganés, superado, se hundía como un castillo de cartas. El gol lo ha dejado grogui. Y Messi ha estado a punto de aprovecharlo, pero su disparo se ha estrellado en la cruceta. Los palos eran una bombona de oxígeno para el colista. Estaba vivo cuando lo había visto perdido.
El partido a la basura
Poco a poco, el Barça ha ido poniéndose al nivel del rival. Y cuando ha querido reaccionar el partido ya había cambiado de manos. La posesión no era suya y temblaba en cada transición defensiva. El equipo, sin quererlo, volvía a poner el foco en sus vergüenzas. Es incapaz de administrar con garantías una ventaja.
El Leganés ha aprovechado las dudas para hacer sangre. Los madrileños habían cambiado de cara gracias a la falta de maña de un Barça que atacaba por inercia y no por voluntad de trascender. Todas sus jugadas eran previsibles y monótonas, hasta que el marcador ha saltado por los aires en un minuto frenético. Un contragolpe de libro por la banda izquierda ha acabado en la cabeza de El Zhar. Gol. Remate imposible para Ter Stegen. En la siguiente jugada, un error flagrante de Gerard Piqué ha servido en bandeja el 2-1 a Óscar Rodríguez, que sólo ha tenido que empujar la pelota a portería vacía.
El Barça tenía el castigo que merecía. Ni más ni menos. Había jugado con fuego y se había quemado. Butarque cantaba y saltaba porque era la primera vez que su equipo se adelantaba después de seis jornadas. Los madrileños habían renacido por demérito de un Barça que ya jugaba contra el tiempo. Volvía a remar contracorriente.
Valverde intentaba forzar la reacción desde el banquillo con los cambios de Suárez, Alba y Malcom. Pero el baile de nombres no se ha traducido sobre el césped. La inercia ha empujado al Leganés, que protegía la primera victoria de la temporada, hacia su portería. Al Barça le costaba mucho generar ocasiones claras y sólo veía la luz con los disparos de Coutinho. Cuéllar ha evitado el 2-2 con dos paradas de mérito mientras Messi intentaba multiplicarse.
El silbido final ha enganchado al Barça atacando y aceptando una nueva realidad: es vulnerable. La primera derrota, muy dolorosa, agudiza sus problemas. Valverde tiene trabajo y la solución no parece fácil.