El FC Barcelona necesita una dosis (o dos) de autoconfianza. Las sensaciones son nefastas, el juego tampoco está a la altura y el ruido de fuera del vestuario lo ha invadido, creando un clima negativo y cada vez más denso. Xavi Hernández es el nombre más repetido y cada vez apunta más a ser el que pagará el pato, pero hay otros nombres que, para los opinadores, también tienen una responsabilidad directa.

La enajenación de la defensa es uno de los motivos, donde ninguno de los titulares está reconocible y solo Iñigo Martínez, recién llegado, pero justo regresando tras unos problemas físicos, está dando el nivel. En medio del campo, el drama que se montó con la salida de Sergio Busquets se empeoró con la llegada del que es una tirita para la herida, Oriol Romeu, pero que ni mucho menos está a la altura. O al menos no lo ha demostrado.

Oriol Romeu, camino al banquillo en Amberes después de ser sustituido por Xavi Hernández / Foto: EFE

Gavi y Dembélé, las gotas que han colmado el vaso

Y con respecto a la delantera, la pólvora no es que esté mojada, es que está sumergida. Se carga mayoritariamente sobre la figura de Robert Lewandowski, pero ni Raphinha, ni, evidentemente, el adolescente Lamine Yamal, pueden cargar con el peso descompensado de un equipo que no acaba de sentirse cómodo.

Ferran Torres lo intenta y, de hecho, está convenciendo. Aquello del tiburón ha hecho de él alguien prácticamente imposible de criticar, sobre todo, viendo a los futbolistas que lo rodean. Lo intenta, lo intenta y lo intenta, y con más o menos acierto, está siendo uno de los pocos de esta plantilla que está sacando el genio y el honor de unos colores que parecen haber caído en el olvido. A Lewandowski es a quien se le pide más carisma en estos momentos tan convulsos y de aparente falta de liderazgo. Y para colmo, después de que Ousmane Dembélé dejara al Barça sin desborde ni factor sorpresa, la lesión de Gavi lo ha dejado sin corazón y sin carácter, o al menos, eso es lo que se plasma sobre el césped.

Pablo Gavi, tendido en el suelo durante el partido delante de Georgia que lo dejó fuera por lo que resta|queda de temporada / Foto: EFE

Lewandowski, por su parte, no puede hacer milagros. Es un goleador, sí, pero es un goleador de área. No es Messi. Messi solo hay uno y, aparte del astro argentino, muy pocos futbolistas por el mundo son capaces de crearse una ocasión de gol de la nada. Lewandowski necesita balones de gol o algo que se le parezca. De los Leroy Sané, Kingsley Coman y el Thomas Müller que vivía constantemente con él dentro del área, ha pasado al previsible Raphinha, al disperso João Félix y a un Lamine Yamal que no le llega ni a la mitad de la edad. El polaco no es el problema.