Hizo lo que quiso. Escribió un libro de partido y regaló todas las rosas que la afición culé ansiaba. Leo Messi jugó un partido para salir vencedor del Bernabéu. Para dejarnos la mejor imagen que se puede regalar a la masa social del Barça. Tras marcar su segundo gol, el de la victoria, en el último minuto, el 500 amb el Barça, se quitó la camiseta y se la enseñó a todo el público blanco. Como restregando a todo el mundo su barcelonismo. Como si quisiera mandar mensajes convincentes de que un duelo mano a mano con Cristiano Ronaldo, él, Leo Messi, es el mejor. Un jugador único, especial y que enamora en noches como la de este 23 de abril.
Volvió el argentino a sentirse cómodo en el estadio blanco. Enloqueció a Casemiro, expulsó a Sergio Ramos y porque el árbitro no quiso, pero Marcelo tenía que haberse ido del campo a los 20 minutos cuando le rompió la boca de un codazo. Messi tomó el liderazgo y condujo el equipo a una victoria clara y merecida para dejar el título de Liga todavía sin dueño. Messi fue el artífice de un triunfo necesario, que el barcelonismo deseaba con ardor.
El Barça estaba obligado a ganar para no entregar su título de campeón al Madrid. Un triunfo blanco hubiera dejado el campeonato definido a favor de los madridistas. Pero ahora todo puede pasar. Los dos están empatados a puntos, y aunque es verdad que el Madrid tiene un partido menos, nada está escrito en este torneo.
El partido deseado
Jugó el Barça el partido que el aficionado blaugrana ansiaba. Quería verlo luchar, deseaba verlo plantando cara al Madrid, exigía la eliminación de la Champions y la derrota contra el Málaga una reacción de campeón, de jugadores heridos en el orgullo, de equipo dispuesto a recuperar el prestigio en el campo donde más motiva vencer al culé. Buscó todo eso el Barça. Lo tuvo, se lo dejó empatar a cinco minutos del final en un descuido defensivo, pero lo liquidó en el momento preciso, cuando al Madrid ya no le quedaban minutos para lograr otra de sus hazañas in extremis.
Duelo Ter Stegen-Navas
Fue un partido abierto, en el que el Madrid también dispuso de ocasiones para marcar más de un gol pero se encontró con un enorme Ter Stegen, el Barça puso serenidad y paciencia cuando necesitaba calmar a un adversario alocado. También puso el Barça velocidad cuando se lanzó en busca de las espaldas de los madridistas. No se precipitó cuando en el minuto 28 Casemiro puso por delante al marcador. Y se dedicó a controlar el balón, a organizar jugadas largas y cuando Messi encontró su punto, lo igualó en una gran jugada del argentino. Y cuando necesitaba ponerse por delante, Rakitic halló un disparo tremendo con la izquierda que doblegó a un inmenso Keylor Navas, que hasta entonces había evitado que su equipo estuviera perdiendo.
Cuando más duele
El Madrid se alocó y Sergio Ramos hizo una entrada a Messi que le valió la expulsión. Con 10, no obstante, el Madrid igualó el partido por mediación de James Rodríguez. Había jugado el Barça para ganar. Había hecho Messi un partidazo para salir como salió, y por eso confió en esa incursión de Sergio Roberto y marcó el gol de una victoria tan importante como emocionante para la gente culé. Para sacarse la camiseta y enseñarla con orgullo a todo el mundo. Para escribir un libro, para regalar rosas, para sentirse otra vez campeón, otra vez el mejor del mundo. Es nuestro. Es del Barça.