Adiós, campeón. Michael Phelps se marcha de los Juegos Olímpicos de Río 2016 agigantando su leyenda. Por debajo de él siempre quedarán nombres como Jesse Owens, Carl Lewis, Paavo Nurmi, Nadia Comăneci, Larissa Latínina o Mark Spitz. Pero el mayor es Phelps.
Cinco Juegos y dieciséis años. Phelps se estrenó en Sydney 2000 con sólo quince años y se despide en Río 2016 con 31. Toda la vida dedicada a la natación, el deporte que lo ha visto crecer y lo ha coronado como el mejor deportista olímpico de todos los tiempos y como uno de los grandes de la historia del deporte mundial.
En su trayectoria olímpica ha conseguido sumar 23 medallas de oro, tres de plata y dos de bronce. Ha subido al podio 28 veces en unos Juegos Olímpicos. Un habitual en los medalleros porque reúne desde los quince años 83 medallas en campeonatos de todo el mundo; de las cuales 66 son de oro.
Récord tras récord. Phelps superó la espectacular marca de Mark Spitz de siete medallas de oro en unos Juegos cuando en Pekín 2008 se colgó ocho dorados.
Un niño en la final
Su debut en el panorama mundial lo hacía con sólo quince años en los Juegos Olímpicos de Sydney 2000. Phelps se convirtió en el nadador norteamericano más joven que participaba en unos Juegos en 68 años. De su gran palmarés no destaca una gesta inédita hasta entonces. En aquella competición olímpica en Australia llegó a la final de los 200 metros mariposa, la que se ha convertido en su gran prueba a lo largo de los años.
Aquel día un niño tímido, delgado y con mucho futuro se presentaba en la calle número seis de la final olímpica. Competía contra grandes nadadores, muchos de ellos mundialmente reconocidos, pero no tenía intención de rendirse. Un jovencito con mucho fondo.
Una salida y unos primeros 150 metros a remolque contra unos rivales mucho más fuertes que él lo dejaron en un segundo plano. Su momento llegó cuando sólo quedaban 50 metros. Explosión de potencia y remontamiento hasta la quinta posición final. Con quince años ya estaba entre los cinco mejores en los 200 mariposa. Una locura.
Una hazaña que sería el paso previo porque unos meses más tarde y todavía con quince años establecería el récord mundial de los 200 mariposa. Desde el 2001 con su primer récord lo ha rebajado en siete ocasiones y desde el 2009 nadie ha sido más rápido que él.
Por el camino, Phelps lo ha ganado todo. No se le ha resistido nada y su máximo rival ha sido él mismo. Después de competir en Londres ganando cuatro oros y dos platas, el nadador anunciaba que lo dejaba. Sin objetivos ni motivación para seguir dentro del agua, la bandera del deporte olímpico dejaba de ondear. Daba un paso al lado, con el mejor palmarés de todos los tiempos.
Pero la existencia fuera de la piscina se le hizo insoportable. Phelps es un animal de agua y se expresa en brazadas. Desorientado en una vida que no había probado nunca, el norteamericano cayó en los excesos. En el 2014, la policía de Baltimore –su localidad natal– lo detuvo por conducir bajo los efectos del alcohol. La noticia, un golpe durísimo a la reputación del ídolo. Su estrella dejó de brillar para apagarse lenta y progresivamente.
Pero Phelps no lo permitió e ingresó en una clínica para recuperarse de su adicción al alcohol. Allí estuvo 45 días y salió nuevo y convencido. No quería que el mundo recordara su nombre como el mayor deportista olímpico que no supo sobrellevar la retirada. Quería volver a nadar. Quería volver a ganar. Y los Juegos de Río aparecían, a lo lejos, como el escenario perfecto.
El adiós en Río
Con 31 años, Michael Phelps ha llegado a la cita olímpica con una preparación envidiable. Un deporte como la natación que acostumbra a catapultar a los jóvenes y arrinconar a los veteranos le daba otra oportunidad a su embajador más grande. En Río de Janeiro, Phelps ha vuelto a ser de oro y ha recuperado, de manera vitalicia, el esplendor de su estrella.
Esta madrugada, Phelps ha puesto punto y final a su carrera con otra medalla dorada. Ha sido decisivo en el relevo 4x100 del equipo norteamericano para acabar por delante de Gran Bretaña y Australia. Seis pruebas. Cinco oros y una plata. Sólo ha sido 'condescendiente' en los 100 metros mariposa donde claudicó ante un joven de Singapur de 21 años que había crecido idolatrándolo. Phelps, incluso, sabe escoger cuando tiene que perder.
Su legado es tan grande que no se le adivina sucesor. Ni en una ni en diez generaciones. Vendrán grandes nadadores, que superarán récords y pulverizando cronómetros pero nadie será como Phelps. Baltimore, Maryland, Estados Unidos y el mundo recordará para siempre al atleta más prolífico de la historia. Aquel que volvió a competir para reencontrarse. Y ganar.