La portada de hoy era muy difícil, quizás imposible. Maradona es tan grande, tan célebre, que no cabe en una hoja de papel, una foto, un título. Hagas lo que hagas, siempre dejarás fuera media figura, media vida, media historia, medio mundo. La parte buena es que en el momento en que se anuncia su muerte, todos los que saben alguna cosa de diarios tienen claro cuál será el argumento principal de la portada. La parte mala es todo lo demás. Esquivar los tópicos es una de las tareas más difíciles. En este punto, los diarios que viven y mueren en esta columna fracasan. Entre los diarios de Barcelona, sólo El Punt Avui no juega la carta de llamarlo dios. Lo llama ídolo, justamente lo contrario a un dios, con muchas rimas curiosas. En la prensa de Madrid, El País también habla de Maradona como un dios, mientras El Mundo también habla de ídolo. Ni en un día como hoy coincidirían.

Ninguno de los diarios de Madrid duda: las imágenes son de la victoria en el Mundial de fútbol de 1986: 3 a 2 contra la República Federal de Alemania (aun existía la República Democrática, la comunista). Ciertamente, es la cima profesional de Maradona. La imagen de El País, sin embargo, es oficial, fría y burocrática, comparada con la de El Mundo, la camiseta 10, imperial, victoriosa, triunfal... y distante. ABC quizás hace la portada más amorosa, más emocionante, por la foto. El título es el nombre de pila del futbolista —hay días en que los títulos son inútiles— y en la foto, la cara de felicidad trapacera de Maradona, por contraste, borra de la memoria la vida de tumbos que, a partir de 1989, a manos de la droga y el desenfreno, secó al mejor futbolista del mundo. El acierto de ABC es que esa es la cara, la actitud y el momento de Diego Maradona que debemos guardar en la memoria.

El Periódico, La VanguardiaAra parece que intentan hacer lo mismo. Es muy difícil con el Maradona del Barça, donde no jugó ni la mitad de los partidos, abatido por las lesiones y la enfermedad —y aun así dejó dos títulos en la vitrina— y con las imágenes finales de la pelea en la final de la Copa perdida contra el Athletic en 1984, con nuestro héroe desenfrenado, a puñetazos y patadas contra medio equipo vasco. Aquel Maradona era solo el prólogo del que vendría.

El historiador deportivo francés Paul Dietschy habla de Maradona como un bandolero, un rebelde que representa el misterio del fútbol, el tipo de juego que no se puede aprender, el genio puro. Maradona, dice, "hace del fútbol y la vida una sola carne. Alegría, casi carnaval. Es un jugador que inventa y crea jugadas inimaginables, que van más allá de la ciencia del juego". Un fútbol instintivo. "Como un niño en el patio, siempre al límite de las normas... o más allá". Maradona, dice, "con la camiseta de Argentina y la del Nápoles también representa al Sur. Hace victoriosos a los desvalidos. Se convierte en el representante de los pequeños que ganan a los grandes, el bandolero que revierte las desigualdades. Maradona es un icono porque amamos a los rebeldes", añade Dietschy. ¿Cómo se hace la portada del diario con la muerte de un personaje tan desmesurado, excesivo y vasto como este?

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