Pablo Torre, el futbolista que había sido considerado como el nuevo Iniesta, por fin se ha estrenado como titular en la Liga Santander en el duelo entre el Valladolid y el Barça. Sí, Torre, el joven jugador cántabro blaugrana de solo 20 años que se ha vuelto a sentir futbolista de verdad. Y es que en Pucela ha sido como las palomitas que se dan a los niños mientras hay una película de fondo.
Pablo Torre es protagonista
Un futbolista que casi estrenaba botas y que todavía no sabe exactamente dónde está ni con quien juega. Y todavía sabía menos de la fiesta que tendría y qué película acabaría viendo. Y es que el gol encajado en los primeros minutos ha sido una manera de decirle que no tendría la noche soñada.
Pero poco a poco aquel futbolista desvergonzado, intentando hacer pases sin mirar, queriendo el balón y, en ocasiones, queriéndola demasiado, se ha atrevido con el primer disparo culé en el minuto 10. Pero solo estaba calentando. Ha sido uno de los responsable de las faltas y también de los córners. Quería ser protagonista. Y también se ha asociado en varias ocasiones con Raphinha, intentando servir un gol que parecía no llegar porque el Valladolid ya llevaba dos.
El papel de Pablo Torre ha sido como una buena ración de palomitas, que tanto podía ser que te tocara coger saladas como te tocara alguna dulce. Las saladas porque ha tenido momentos de lucidez, generando adicción y con ganas que volviera a tocar el balón para seguir viendo de que era capaz el joven Torre. Pero en ciertos momentos también han tocado palomitas dulces, pero aquel toque de dulce casi irrisorio y sin mucho sentido para darle un gusto innecesario al maíz.
63 minutos y basta
Pablo Torre siempre ha estado atento, ofreciéndose y siendo de los más destacados de su equipo (no era muy complicado). Si hasta ahora solo había disfrutado de 256 minutos repartidos en 11 partidos, esta primera titularidad en la Liga ha servido para que se viera su carácter extrovertido sobre el césped. Ha querido ser el rey de la fiesta y destacar más que esta película que ya se había convertido en un filme de terror pero totalmente intranscendente.
Y si en la primera mitad había dado aquella mínima ilusión a los culés en un día que pocos aficionados del Barça han visto y disfrutado de su equipo, el aliciente de Pablo Torre se ha ido diluyendo. En la segunda parte ya se han cogido aquellos granos del maíz que no han acabado de estallar. Pérdidas de balón, perdido en la zona del medio del campo y sin ritmo. La falta de regularidad también le ha acabado afectando a su físico. Y Pablo Torre se ha acabado marchando en el minuto 63 sin haber podido hacer mucho más. Buen regusto de boca, pero no suficiente para demostrar todo su talento.
El Valladolid-Barça ha sido un duelo que se ha mirado por compromiso. Y realmente para intentar encontrarle algún aliciente se ha tenido que fijar la mirada en Pablo Torre. Y, definitivamente, ha sido como dar palomitas a los niños y mirar una película —o un partido— que no cambiará la vida a nadie. Pero Pablo Torre ha sido de lo más destacado del Barça.