El 25 de febrero de 2006, en La Romareda de Zaragoza, Eto'o amenaza con abandonar el campo, tras recibir insultos racistas. "No juego más", decía el delantero del Barça, fuera de sí. Al Real Zaragoza le cayó la multa más elevada de la historia del fútbol español por racismo: 9.000 euros. Lo recuerda el periodista Abraham P. Romero en El Mundo de este martes. Diecisiete años después, en Mestalla, el estadio del Valencia, este domingo, ha vuelto a ocurrir lo mismo. Esta vez, el racismo venía envuelto y confundido con la tangana que supuso la expulsión de Vinícius Júnior, cosa que algunos han manipulado en "una premisa injustificable: el comportamiento de Vinícius en el campo permite y merece vejaciones de todo tipo", denuncia Santiago Segurola en su columna en El País de este martes.
En estos diecisiete años se han sucedido decenas de episodios de racismo en los campos de fútbol de LaLiga que han sido archivados, ignorados o saldados de manera tan ineficaz y miserable que no hay entre el público ni una ligera percepción de que sean un problema. Parece más bien que comportamientos indeseables y no tolerados en otros ámbitos se excusan en el fútbol. El enardecimiento y la pasión son parte de la contienda deportiva —dice el razonamiento— y se permite un cierto grado de irracionalidad porque no tiene consecuencias más allá de los estadios. "Lo que pasa en el campo, queda en el campo", como los mismos jugadores repiten a diestro y sinistro para hacerse perdonar tantas miserias. Esta temporada cuenta nueve denuncias por racismo contra Vinicius —diez si sumas la de este lunes— y solo dos condenas, aun más irrisorias que la del caso Eto'o. El resto han sido archivadas. Estos últimos datos confirman no solo que hay un problema sino, peor todavía, que no se quiere reconocer. Se tolera silbando y mirando al techo. Es mentira que no va más allá del campo.
El diario que este martes coge el toro por los cuernos es El País, que abre portada con un título cortante y fulminante con acusación escondida a una sociedad entera: "Los insultos a Vinícius ponen el foco en la tolerancia al racismo". La tolerancia. No reconocerlo. Porque guardar en el cajón siete de nueve denuncias de racismo en casos que todo el mundo sabe que lo son quizás tiene sentido procesal y penal —no se puede identificar a los culpables, no queda probado con exactitud jurídica, etcétera— e incluso comercial. Pero no hace desaparecer la tara, la lacra, la deformidad que desfigura el fútbol español. La versión impresa del diario progre madrileño dedica a la cosa cuatro páginas, casi toda la sección de Deportes. La Vanguardia va con tres buenas páginas dentro que tienen muy poco premio en portada. El Mundo entra más fuerte y titula con un hecho —España aplica las sanciones más leves por racismo— que confirma esta lacra como la carta robada del cuento de Poe o el elefante en la sala de la fábula de Krilov. Nadie quiere discutirlo ni encararlo. Ni las portadas de los diarios.