Arthur Melo y Ivan Rakitic han sido los interiores escogidos por Ernesto Valverde para enfrentarse al Eibar. Ante un equipo que se caracteriza por su presión salvaje, el técnico extremeño ha apostado por el brasileño para mantener la posesión y disponer de una mejor salida de pelota.
Lo qué cuesta más de entender, sin embargo, es porque ha alineado en Rakitic. El croata hace demasiado tiempo que no está bien. Después de vivir una de sus mejores temporadas a título particular, el mediocampista empezó este curso completamente fundido. Entonces parecía que el problema era estrictamente físico, pero el tiempo empieza a demostrar que no es así.
La temporada pasada Valverde apostaba por un 4-4-2 dónde el ex de la Sevilla era el perfecto acompañante de Busquets, a quien ayudaba defensivamente y gracias al cual se podía desentender de las tareas creativas. En esta, en cambio, el entrenador blaugrana apuesta por un 4-3-3 en el qué el croata tiene que asumir más peso en el juego de posición. El resultado es nefasto.
Mientras Arthur remueve el esférico y ejerce de metrónomo del equipo, Rakitic impide la progresión de sus compañeros con pasadas superfluas e intranscendentes. Las estadísticas dicen que el croata no pierde la pelota y que tiene una ratio de acierto altísima, pero la realidad es que su aportación sólo se entiende mirando atrás.
Nadie que puede decir que Rakitic se esconda. Tampoco se puede criticar su aportación al Barça, y es que en temporadas cómo la 2014/15 o el curso pasado ha tenido un papel clave. Ahora, sin embargo, quizás es el momento de despedirlo. Con un promesa del juego de posición como Frenkie de Jong en la recámara y con Riqui Puig y Àlex Collado esperando su turno en el B, es el momento de decir adiós a una pieza angular caducada.