La primera victoria del Espanyol fuera de casa tendrá que esperar. El equipo consigue remontar, pero paga su falta de acierto y empata contra el Rayo Vallecano en Vallecas (2-2). El punto no es suficiente para asaltar el liderato de la Liga.

El equipo por encima de los nombres

Rubi llegaba a Madrid para poner punto y final a una semana de nueve puntos sin variar su hoja de ruta. Ya avisó que haría cambios y repartiría minutos para que el equipo afrontara el Tourmalet en las mejores condiciones físicas. Y así ha sido. El Espanyol ha vuelto a jugar con Javi López, Naldo y Víctor Sánchez. El nuevo proyecto blanquiazul es mucho más que tres o cuatro nombres.

El Rayo, más enchufado, ha aprovechado el intercambio de golpes para adelantarse en el marcador. Era la primera vez que empezaba ganando un partido esta temporada. Raúl de Tomás, delantero cedido por el Real Madrid, se había hecho un agujero a la frontal del área para enviar un chute enganchado en el palo que ha superado a Diego López. El gol no ha hundido al Español, que ha vuelto a demostrar que tiene una fe ciega en su fútbol.

El paso de los minutos ha hecho bueno el planteamiento de Rubi. La pelota, poco a poco, ha empezado a cambiar de manos. El Espanyol superaba la primera línea de presión de los madrileños con mucha facilidad. No tenía problemas en defensa y generaba peligro cuando cruzaba el medio del campo con la pelota controlada. El balón parado, como pasó en el partido contra el Levante, ha marcado diferencias. El Rayo, muy inocente, ha fallado al trazar la línea del fuera de juego para habilitar a Mario Hermoso. Borja Iglesias ha aprovechado el rechace del portero para marcar el gol del empate a placer. El Espanyol tenía el premio que merecía. Y no se ha detenido.

Dídac, decisivo

El Rayo tenía la pelota, pero su posesión era completamente estéril. El Espanyol, muy bien organizado con el 4-3-3, no se desordenaba mientras basculaba de un lado al otro. El equipo transmitía mucha seguridad en todo lo que hacía. La seriedad se ha traducido en ocasiones. Primero para Borja Iglesias y después para Esteban Granero. Esta última, antes del descanso, ha dado la vuelta al marcador. El disparo del mediocampista, rejuvenecido con la llegada de Rubi, ha cruzado la línea de gol llorando. Una diana poco lucida, pero igualmente válida.

El Espanyol ya había hecho lo más difícil y sólo se tenía que centrar en defenderse para proteger el resultado y sentenciar el partido al contragolpe, un registro que domina. Todos los planes de Rubi al descanso han quedado desfasados después de un minuto. Dídac Vilá, hiperactivo, ha hecho caer a Advíncula dentro del área blanquiazul. Gol de Gaël Kakuta. Empezaba un partido nuevo.

El Rayo ha buscado aprovechar la inercia mientras el Espanyol, ahora sí, acusaba el golpe. Los dos banquillos no han renunciado a hacer el tercero. Eso, sumado al desgaste de un partido de idas y venidas, ha disparado las ocasiones en las dos áreas. Dídac ha tenido la más clara de todas, pero su cabezazo, a medio metro de la línea y sin oposición, ha acabado en el lateral de la red. Un error incomprensible que ha condicionado los últimos minutos del Espanyol, que ha visto cómo el VAR le robaba correctamente un penalti sobre Hernán Pérez.

El punto deja a Rubi con sensaciones opuestas. El equipo pierde la posibilidad de marcharse a dormir colíder de Primera División, pero no se desvía del camino que lo tiene que guiar durante toda la temporada. Hay proyecto más allá de la luminosidad de los resultados en la séptima jornada.