Riqui Puig y Kévin-Prince Boateng tienen muchas diferencias. Tantas, que casi parece que jueguen a un deporte distinto.
En Huesca, Ernesto Valverde ha evidenciado que da la Liga por ganada alineando un once lleno de caras nuevas. Riqui y Moussa Wagué, del filial, se han estrenado en la Liga; Jeison Murillo ha sido titular y Jean-Clair Todibo ha debutado en partido oficial. En punta, el sustituto de Luis Suárez ha sido Boateng, un futbolista estrafalario y desconcertante que por algún motivo inexplicable juega en el Barça.
Para cargar contra el ghanés no hay que hablar de Riqui, pero el destino ha querido que ambos jugadores coincidieran durante más de una hora en el Alcoraz.
Se hace difícil de entender qué buscaba al Barça en la figura de Boateng. El ex de Sassuolo es lento, pesado y, además, demuestra una actitud contemplativa que tampoco le favorece. Su aventura en el Camp Nou, afortunadamente, se convertirá en un expediente X dentro de la entidad y en unas vacaciones pagadas para el jugador cuando acabe la temporada.
Riqui Puig, en cambio, aporta todo aquello que se le pide a un mediocampista blaugrana. Es atrevido, juega al primer toque, tiene interiorizado el juego de posición y, además, hace gala de una personalidad de líder. En Huesca, y rodeado de futbolistas que casi nunca habían jugado juntos, el de Matadepera se ha erigido como el faro del equipo.
Antes de que Johan Cruyff llegara al Barça, dicen que el club no aceptaba a ningún jugador que midiera menos de 1.80 metros. Por suerte, el holandés cambió esta norma y ahora, años después, el barcelonismo sigue recogiendo frutos. Riqui Puig pesa 30 kilos menos y es 16 centímetros más pequeño que Boateng, pero todo lo qué necesita, a diferencia del punta, lo tiene dentro de la cabeza.