"Y llegaron. Están aquí", cuenta mi hermana Montse que dice que quiso hacerse una foto con el central del Barça. Se les esperaba hace una semana y cambiaron el rumbo. El hermano de ella dijo una mentira piadosa para ayudar a los reporteros fotográficos a que no perdieran horas de espera. Shakira y Gerard Piqué se fueron a las Bahamas, con los padres y abuelos del central del Barça.

Pero aparecieron el lunes, el día de San Esteban, en Barranquilla, la ciudad natal de la cantante. Y no se fueron a dormir, buscaron el mejor restaurante que existe en la capital de la costa colombiana. El Noa, japonés, recientemente inaugurado, y a la altura de los mejores de Barcelona, como el Shunka o el Yashima. Bonito y con un chef, Javier García, que lo borda según dicen los cronistas de la ciudad.

La familia de Shakira eligió al restaurante más elitista de una ciudad en alza que vive un boom gastronómico espectacular para celebrar el aniversario de la madre de la cantante, que fue el 25 de diciembre.

Reservaron la sala vip del Noa para 40 comensales y comieron lo suficiente para pagar una factura de 5 millones de pesos, unos 1.700 euros. Barato.

“Estamos felices” se les oyó decir a su llegada al aeropuerto de Barranquilla a la pareja, acompañados de sus hijos Milan y Sasha.

En la fiesta también estuvieron los padres del central catalán del Barça, Joan y Montse; y los padres de la cantante colombiana, Nidia Ripoll y William Meberak. No escatimaron fotos con los clientes del restaurante, pero sí escaparon con coches blindados de los paparazzi.

Piqué tiene permiso para incorporarse el 1 de enero a los entrenamientos del Barça, y todo Barranquilla espera que el central y la cantante visiten los centros más turísticos de la ciudad.

Nadie sabe si Shakira será capaz de reabrir el parque Tayrona, uno de los protagonistas de su penúltima canción “la bicicleta” con el también colombiano Carlos Vives, en Santa Marta, una de las mayores atracciones del país por su belleza y por ser uno de los parques naturales todavía no corrompidos por el turismo, y ahora cerrado por solicitud de las comunidades indígenas en aras de su preservación.

Pero ella, de la que sienten orgullosos todos los colombianos, y especialmente los barranquilleros, es la única que puede conseguir un permiso para enseñar el Tayrona a Piqué.