El Barça femenino acaba este domingo una temporada casi perfecta. Las azulgranas sólo han perdido dos partidos. Y este año no sólo han conseguido grandes éxitos deportivos, sino que han cautivado miles de aficionados y se han convertido en un auténtico fenómeno. Las jugadoras, después de muchos años de lucha — y, lamentablemente, ante los malos resultados del masculino — han tenido por primera vez espacio en la agenda mediática. Eso ha provocado una auténtica revolución deportiva en nuestro país, pero, desgraciadamente, todavía hay una batalla que no han ganado: la de la brecha salarial.
España aprobó la última temporada el salario mínimo de 17.000 euros en la primera división femenina. El Barça femenino es considerado de los mejores equipos del mundo y, como tal, tienen unos salarios muy superiores al resto de sus compañeras. La jugadora que más gana es Alexia Putellas, ganadora de la Pelota de Oro, con un salario de 150.000 euros anuales, el sueldo que gana tirando a la baja en una semana un futbolista del masculino. Y es que el jugador peor pagado de LaLiga cobra más que todo el femenino junto.
Para hacer comparaciones, sólo hay que mirar el salario de los tres jugadores mejor pagados de cada equipo. Osumane Dembélé gana 17.311.840€; Sergio Busquets, 15.260.960€ y Jordi Alba, 13.933.920€. Mentrastant, Alexia Putellas cobra 155.000€ anuales: Jennifer Hermoso, 100.000€ y Lieke Martens, 95.000€. En concreto, el coste de la masa salarial de las azulgranas es de 3,6 millones anuales, mientras que el de ellos es de 181 millones de euros. Hay que destacar que a pesar de las diferencias con los futbolistas, el Barça es a día de hoy una de los clubs que mejor paga a las mujeres de todo el mundo, ya que la gran mayoría de jugadoras ni siquiera se pueden ganar la vida.
Una liga que todavía no es profesional
Uno de los principales problemas es que la liga femenina todavía no es considerada profesional. Hace más de un año, el Consell Superior d'Esports anunció la creación de la Liga profesional, pero todavía ni se ha puesto en marcha ni se prevé que empiece la próxima temporada. Eso hace que las mujeres no tengan ningún convenio que regule unos mínimos, como los salarios, el hecho de tener al menos un médico en el equipo o las condiciones de entrenamiento que en muchos casos no son ni en campos de césped.
Algunos países como Noruega, Brasil o los Países Bajos ya han roto esta brecha de género salarial y han obligado a igualar los sueldos de los dos equipos. Aquí, en cambio, parece un reto todavía lejano.