Todas las personas, tarde o temprano, viven un desengaño amoroso. Hacerse grande implica asumir que las cosas nunca son para siempre y la realidad es que entenderlo es un gran paso para salir adelante. Con 55 años, Ernesto Valverde vive su primera decepción sentimental. Al menos deportivamente.
Desde hace dos años, la relación entre el técnico extremeño y Ivan Rakitic ha sido un camino de rosas. Esta temporada, sin embargo, las cosas empiezan a cambiar. Después de ser un titular indiscutible bajo las órdenes de Valverde -109 partidos en dos cursos-, ahora el mediocampista croata está en el ojo del huracán y Valverde, en lugar de protegerlo, tira pelotas fuera.
Esta madrugada, en la rueda de prensa previa al enfrentamiento entre el Barça y el Nápoles, el entrenador blaugrana no ha garantizado que se quede en su plantilla. Y no es la primera vez.
El problema, como en el amor, es que hay uno tercer implicado que está enrareciendo la situación. En este caso, el club. Aunque Valverde quiere que Rakitic se quede en el equipo, el Barça tiene la intención de venderlo para hacer caja y poder asumir un traspaso monumental como el de Neymar. Mientras tanto, Valverde mantiene su postura serena: ningún elogio para la estrella del PSG -ya veremos que pasa- y pocos para Riqui Puig -tiene mucho de potencial, pero yo haré el mejor once que pueda con mis jugadores-, ha dicho.