La Supercopa de España femenina arrancó el pasado miércoles en el estadio de Butarque de Leganés rodeada de dudas. El partido encargado de levantar el talón fue un Barça - Atlético de Madrid que, a pesar de ser el duelo más histórico del fútbol español femenino, tuvo un ambiente frío, con las gradas casi vacías. Uno de los motivos principales de esta falta de interés es que este duelo no ha tenido sede hasta hace solo 26 días, dificultando así el desplazamiento de las aficiones implicadas y la planificación de los clubs que tienen que participar.

Arabia Saudí, el último disparate de una competición...

Pero esta no es la única vergüenza de la Supercopa femenina, el primer título oficial de la temporada que desde el 2020 recuperó el formato de final four. De hecho, seguramente es el mal menor de una competición que, recientemente, ha generado la indignación del fútbol femenino. Y es que en el horizonte está la amenaza real de Arabia Saudí. Durante la celebración de la final de la Supercopa de España masculina, celebrada desde hace 5 años en territorio saudí, Rafael Louzán, el actual presidente de la Real Federación Española de Fútbol (RFEF), aseguró que está "trabajando" para que la Supercopa femenina se traslade también a Arabia.

Evidentemente, estas palabras levantaron polémica desde un primer momento. Llevar una competición femenina a un país que no respeta muchos derechos humanos y que discrimina a las mujeres y el colectivo LGTBIQ+ es uno disparate. Parte de las jugadoras que podrían estar implicadas ya se han manifestado en contra de esta posibilidad. "¿Llevar la Supercopa a un país que no respeta a las mujeres? No lo veo", afirmó Patrio Guijarri, jugadora del Barça. La Asociación de Futbolistas Españoles (AFE) emitió un comunicado el pasado lunes en el cual se oponía a trasladar la Supercopa a Arabia Saudí porque considera que blanquearía la monarquía absoluta de los Saud, entre otras cosas.

A todo esto, hay que sumar el acoso que sufrieron las mujeres de los futbolistas de la Mallorca de parte del público local durante la primera semifinal que se disputó en esta edición, que finalizó el pasado 12 de enero. Una evidencia más de los problemas que podría generar llevar una competición femenina a un país de estas características.

... sin beneficio, sin interés y sin VAR

Con la amenaza de Arabia Saudí al horizonte, la Supercopa tampoco vive una buena salud en territorio español. El último episodio escandaloso lo vivimos en el mencionado partido de semifinales. Después del final del partido que se llevó el equipo de Pere Romeu con uno claro 3-0, el Comité Técnico de Árbitros (CTA) emitió un comunicado para trasladar que el partido "no pudo contar con la tecnología del videoarbitraje hasta el minuto 70 a causa de problemas técnicos de Mediapro, empresa proveedora de este servicio, con el procesamiento de las imágenes".

Cata Coll, portera del Barça, ha explicado que es "una cosa que no entiendo. Antes de iniciar el partido, Alexia nos dice que no hay VAR, que no funciona. No entendíamos nada. Además, creo que ha habido jugadas en la primera parte que se podían haber debatido un poco... y después en la segunda parte de repente vemos que el fuera de juego lo dejan seguir y no entendemos el porqué. Al final del partido me dirijo al árbitro y le digo que como no nos avisa eso, porque creo que si se empieza sin VAR se acaba sin VAR".

Esta chapuza es solo la punta del iceberg de una competición que, además, es deficitaria, principalmente para el Barça y la Real Sociedad, que tienen que desplazarse hasta Madrid para disputarla. Los costes en estancia y viajes ascienden a unos 63.000 euros, mientras que el premio para ganar el torneo es de solo 27.500 euros. Hay pocos motivos para seguir creyendo una competición que no cuenta con ningún aliciente.