No es extraño que Vitali Scherbo declarara, pasados 25 años de los Juegos Olímpicos de 1992, que Barcelona "fue mágica" para él. El gimnasta artístico bielorruso se marchó de la ciudad condal con ni más ni menos que seis medallas de oro y se convirtió en la gran estrella de la competición; sólo el poderoso 'Dream-team' de Michael Jordan, Larry Bird, Scottie Pippen y compañía consiguieron eclipsarlo.
Las modalidades en que mostró su supremacía fueron las de concurso completo individual, concurso completo por equipos, barras paralelas, caballo con arcos, anillas y salto sobre caballo. Al aterrizar en Barcelona no era favorito para ganar en ninguna modalidad, pero una vez en el Palau Sant Jordi no dio ninguna opción a sus rivales.
En el podio con Phelps y Mark Spitz
Uno de los aspectos peculiares del éxito es que Scherbo no alcanzó todos estos galardones bajo la bandera de su país (Bielorrusia), sino que lo hizo como miembro del Equipo Unificado. De esta manera, el gimnasta nacido en Minsk tuvo una aportación decisiva en el total de 112 medallas que ganó la también llamada Comunidad de Estados Independientes en Barcelona (45 oros, 38 platas y 29 bronces).
Los seis oros en los Juegos Olímpicos de 1992 lo colocan en un podio histórico de más medallas en unas Olimpiadas. Sólo Mark Spitz y Michael Phelps, dos auténticos torpedos en las piscinas, lo superan con 7 y 8 en Munich y Pekín, respectivamente. El denominador común entre los tres deportistas fue, sin duda, la facilidad de competir en los momentos con más presión.
Un adiós prematuro
A pesar del gran éxito en Barcelona, Atlanta no pudo disfrutar del mismo Scherbo. Los problemas de salud de su mujer como consecuencia de un accidente de coche lo alejaron de los pabellones. Eso provocó que ganara 10 kilos y, evidentemente, perdiera mucha capacidad competitiva. Y los resultados son una clara prueba: de 6 oros en 1992 a sólo 4 bronces en 1996.
El bielorruso se retiró en 1997 con un total de 49 medallas conseguidas entre Juegos Olímpicos (10), Mundiales (23) y Europeos (16). Al final, su erupción en Barcelona no tuvo más recorrido y cualquier victoria que consiguió no fue equiparable a la de 1992. Cualquiera de las versiones que mostró en los pabellones era un mero espejismo de lo que llegó a ser en el Palau Sant Jordi.