Vallecas, campo que el Barça visitará este miércoles, es un estadio muy especial, una pequeña isla, una joya en un fútbol cada vez más grandilocuente y enfocado a las grandes estructuras de vanguardia, aunque sin alma. Ubicado en la Calle Payaso Fofó de Madrid, en medio de bloques de pisos desde los que se pueden ver los partidos, acercarse al Estadio de Vallecas antes de un gran partido ya genera una sensación distinta, la de fútbol de barrio de domingos al mediodía, de bocadillos de calamares antes de entrar a un estadio coqueto en el que parte de la prensa se sienta en banquillos como los de los equipos y en el que se sale cruzando el terreno de juego. Una oda al fútbol modesto. Y allí, justo al lado de la humilde tienda oficial del club, sobresale un mural que hiela la sangre, el de Wilfred Agbonavbare, una auténtica leyenda del Rayo Vallecano y figura que nadie en el mundo del fútbol español debería olvidar jamás.
Porque Wilfred vivió la peor parte del fútbol de los 90. Por un lado, las enormes muestras de racismo que se vivía en muchos de los estadios de primera división en aquellos tiempos. La lucha contra el racismo llegaría después, ya entrado el siglo XXI, pero en aquellos tiempos los futbolistas negros, escasos, sufrieron insultos muy duros. Y por otro, el de la falta de formación para los futbolistas de cómo gestionar sus ganancias una vez colgadas las botas.
Willy, el otro potro de Vallecas
Nacido en Lagos (Nigeria), Wilfred no tardó en convertirse en uno de los grandes porteros de la liga nigeriana, hasta lograr un billete para Europa, en busca de seguir su carrera en el Viejo Continente. Wilfred, de hecho, logró fichar por el Rayo Vallecano de una forma insólita, inconcebible en nuestros días. Se presentó en un entrenamiento del equipo, entonces en segunda división, y pidió una prueba. Félix Bardera, Felines, quedó impresionado y promovió su fichaje, a cambio de un salario irrisorio y el alquiler de un piso en Vallecas. Aquel equipo de barrio logró ascender a la Primera División, iniciando una etapa histórica, con Camacho en el banquillo y el polémico Ruiz Mateos en la presidencia. Y llegó el Rayo-Real Madrid y Wilfred, conocido cariñosamente como Willy, firmó un partido memorable en el que lo paró absolutamente todo, lo que le erigió definitivamente como el nuevo ídolo de Vallecas. El Rayo había ganado al Real Madrid gracias a él.
Lamentablemente, mientras Wilfred era idolatrado en Vallecas, un club cuyos ultras, los Bukaneros, son notoriamente de izquierdas, todo cambiaba cuando jugaba a domicilio, donde sufría cada dos por tres insultos racistas, actuaciones que hoy en día serían inconcebibles, a pesar de que todavía queda mucho camino por recorrer al respecto. Para la historia quedó un Madrid-Rayo en el que las cámaras de Canal Plus captaron insultos muy graves contra Wilfred que años después se viralizaron por las redes sociales. "Deberían tomar algún tipo de medida para erradicarlo. Hay partidos en los que la gente dice ‘el portero es negro, hay que meterle siete goles’, o simplemente grita ‘Ku Klux Klan, Ku Klux Klan!”, explicó Willy en una entrevista a la revista Don Balón.
Un final trágico para la leyenda
Wilfred colgó los guantes en 1997, con 41 años. No había ganado demasiado dinero y lo obtenido no lo había gestionado bien. El nigeriano se encontró en el paro, sin formación de ningún tipo, sin ser demasiado conocido y de piel negra. Además, poco después su mujer falleció de cáncer de mama. Su figura a nivel mediático desapareció, hasta que años después se empezó a explicar que aquel mítico portero del Rayo Vallecano tenía muchísimos problemas para sobrevivir. Wilfred tenía trabajos eventuales, en gasolineras, agencias de viajes, como repartidor e incluso de mozo de carga de maletas en Barajas. Su caso se dio a conocer al gran público de forma indirecta, ya que durante un programa de televisión llamado El jefe infiltrado, de La Sexta, apareció el exportero, cargando maletas. "Soy famoso, ¿y qué? Antes no había tanto dinero. Ahora en dos temporadas ya eres rico. La vida es dura. Si quieres ganar dinero, hay que trabajar", explica Wilfred en el programa.
Poco después de aquel programa, se supo que Wilfred estaba ingresado en el hospital tras serle diagnosticado un cáncer óseo. Su mujer había fallecido, mientras que sus hijos estaban en Nigeria, sin dinero para poder viajar a España. La afición del Rayo Vallecano se movilizó para ayudar a su leyenda, recaudando dinero para que los hijos de Wilfred pudieran viajar hasta Madrid, para poder despedirse de su padre, que Willy no se fuera viéndose solo en una cama de un hospital. Desgraciadamente, el último sueño de Wilfred no pudo ser posible, ya que falleció, con 48 años, un día antes de que sus hijos aterrizaran en Barajas. La afición del Rayo Vallecano decidió que Willy jamás sería olvidado, por lo que se promovió el mural que hoy recuerda a todos los que acuden a Vallecas que hace años aquellas porterías fueron defendidas por una auténtica leyenda, un jugador que abrió las puertas a los que llegaron después que él.