Cuando se afrontan tiempos difíciles en lo económico, lo ideal es pararse un momento y tratar de dedicar unas horas a hacer un presupuesto familiar. Comprobar con qué ingresos se cuenta y cuáles podrían añadirse a la economía del hogar, así como revisar los gastos que hacen que la cuenta mensual decrezca en el día a día.
Es complicado hacer crecer los ingresos de la noche a la mañana pero los gastos, sin embargo, podemos reducirlos más fácilmente en el caso de que el balance familiar lo precise. Gastos en cuanto a cada salida de dinero se refiere, por grande o pequeño que sea. Y como es lógico, los gastos tienen que ser inferiores a los ingresos, al menos habitualmente, salvo en periodos breves y por razones extraordinarias.
Aunque no resulta complicado conocer bien los ingresos familiares, recordar todos los gastos que llevamos a cabo no es tarea sencilla muchas veces. Por ello, anotarlos para poder equilibrar después el presupuesto del mes siguiente es importante. Puede parecer algo no demasiado relevante pero si no se hace, no queda más remedio que estimar los gastos a ojo, algo que no ayudaría a reflejar la situación financiera real. Y de esta manera el propósito de ahormar un presupuesto fiel a la realidad se podría poner en peligro.
Si se recopila bien la información de ingresos y los gastos fueran superiores a los ingresos, habría que ponerse manos a la obra y, o bien incrementar los ingresos, lo cual no es nada sencillo de repente, o hacer decrecer los gastos, que siempre es algo más asequible.
En cuanto a los gastos, los más difíciles de recortar o adaptar son los que tienen un carácter fijo y recurrente. El alquiler de la casa o la hipoteca, los estudios de los hijos, los gastos de comunidad, el seguro medico, si se tiene uno contratado, algún préstamo, entre otros.
Sin embargo, donde suele ser más fácil recortar es en los gastos que tienen que ver con el dinero de bolsillo. Salir a comer fuera, una escapada de fin de semana, el cine, el teatro, los conciertos, los libros de lectura... que sumados unos a otros pueden acabar suponiendo un desembolso a tener muy en cuenta. Quizá sea lo más aconsejable chequear a cuánto asciende la cantidad solemos gastar en un mes normal y adaptarlo a las necesidades del nuevo escenario. Puede ser que se requiera un recorte drástico o que sirva con moderar el gasto.
Por último no conviene perder de vista aquellos gastos que aunque tengan lugar todos los meses de manera recurrente, son algo más variables y sencillos de volver a estructurar. Son algunos como el gasto en alimentación, el combustible del coche, los teléfonos móviles y la electricidad entre los más destacados. Revisarlos e incluso buscar ofertas más asequibles en algunos casos puede reportarnos unos euros extra a final de mes que nos ayuden a mantener un equilibrio presupuestario.