El Banco de España ha recortado cuatro décimas su previsión para el crecimiento del producto interior bruto (PIB) de España en 2022, desde el 4,5% hasta el 4,1%, y ha rebajado sus estimaciones para la inflación media del 7,5% al 7,2%, a consecuencia del efecto esperado del mecanismo ibérico para limitar el precio del gas y abaratar la factura de la electricidad. El director general de Economía y Estadística del Banco de España, Ángel Gavilán, ha reconocido que "el inicio de la guerra en Ucrania abrió un periodo de enorme incertidumbre, que, tres meses y medio más tarde, sigue sin disiparse", que además ha advertido que las proyecciones están sometidas a "riesgos significativos". En este sentido, y de cara a los próximos años, el organismo prevé un crecimiento del 2,8% en 2023, una décima menos del querido en abril, y un alza del 2,6% en 2024, una décima más con respecto a la previsión anterior.
Niveles prepandémicos
Con estos datos, el Banco de España mantiene que la evolución prevista del PIB permitirá que la economía española recupere el nivel de producto previo a la pandemia en la segunda mitad de 2023. El Banco de España considera así que la senda de recuperación de la economía española, si no se sufren perturbaciones adicionales, es "robusta" y permitiría recuperar niveles prepandemia en la segunda parte de 2023. "Sin dar una falsa previsión, puede ser en el tercer trimestre", ha indicado Gavilán. El PIB habría crecido menos del esperado, un 0,3%, en el primer trimestre del año por el impacto de la guerra, la variante ómicron y la huelga de transportistas. Como resultado, el PIB se situó 3,4 puntos porcentuales por debajo de su nivel previo a la pandemia, cota que ya se había conseguido en el conjunto del área del euro en el tramo final de 2021. A pesar de eso, la evolución para el segundo trimestre habría sido más positiva y el Banco de España sitúa el crecimiento un 0,4% en el segundo trimestre, ya que los efectos del conflicto se están viendo paliados con medidas fiscales y reguladoras. A corto plazo, el organismo anticipa que la guerra seguirá teniendo una incidencia notable sobre la actividad. No obstante, en un contexto en el cual no se produzcan perturbaciones significativas adicionales, la actividad económica cobraría un mayor dinamismo a partir del tramo final de este año. Se esperan, sin embargo, unas condiciones financieras más "estrictas", aspecto que podría contribuir a una cierta moderación del ritmo de expansión de la actividad.
Efectos del tope en el gas
Con respecto a la inflación, el Banco de España ha rebajado del 7,5% al 7,2% la media prevista para este año. No obstante, las perspectivas empeoran de cara a 2023 y 2024, cuando se estiman tasas del 2,6% y 1,8%, respectivamente, superiores los dos casos. A la caída de este año ayudaría al mecanismo ibérico para tropezarse con el gas, que entrará en vigor a partir del 15 de junio, y ayudará a reducir la inflación media en 0,5 puntos. En cualquier caso, la reversión de esta medida en 2023, junto con la inflación mayor prevista de los componentes subyacente y de alimentos, explica la revisión al alza de 0,6 puntos, hasta el 2,6%, en la tasa general. Este mecanismo sugiere así una fuerte desaceleración del componente energético de los precios a nuestro país a lo largo del periodo de proyección, de manera que su tasa de variación interanual, que fue del 46% en el primer trimestre de 2022, pasaría a ser negativa a partir del otoño de 2023. De su lado, las estimaciones para la inflación subyacente, sin alimentos ni energía, son peores con respecto a las previsiones de abril. En 2022, el organismo prevé que se sitúe en el 3,2%, enfrente del 2,8% anterior, y caerá al 2,2% en 2023 y al 2% en 2024.
Sobre los riesgos en este contexto de incertidumbre, el Banco de España alerta en su informe que la intensidad con la cual, en los últimos meses, parecen estar materializándose algunos efectos indirectos, así como la transmisión de los mayores costes de producción a los precios finales, habría elevado la probabilidad de que se desencadenen efectos de segunda vuelta o de realimentación entre precios y salarios significativos, que supondrían una pérdida de competitividad exterior, una mayor inflación y un menor nivel de actividad y ocupación para la economía española.