Una de las citas tecnológicas más importantes del año, el Mobile World Congress (MWC), cerró ayer la edición del 2018, después de una semana llena de novedades, con palabras como 5G, Inteligencia Artificial (IA), la Internet de las Cosas (IoT) y gadgets de todo tipo. Un MWC que contó con 107.000 asistentes, dejando un impacto económico de 471 millones de euros. ¿Pero qué hay en el otro lado del Mobile? Se trata de un congreso lleno de lujos y tecnología puntera, ¿pero dónde queda la parte de la población que no puede acceder a esta digitalización?
Hablamos de la brecha digital —o brecha digital—, una cuestión de alcance político y social que hace referencia a la diferencia socioeconómica entre las comunidades que disponen de acceso a las nuevas tecnologías y las que no. Además, también hace referencia a las diferencias que hay entre grupos según su capacidad para utilizar las tecnologías de la información y la comunicación (TIC) de forma eficaz. Principalmente, es la distancia que hay, en todos los sentidos, entre los "conectados" y los "no conectados".
El vicepresidente de la Comisión de Organización y Sistemas de Información del Colegio de Economistas de Catalunya, Josep Maria Gallart, explica que esta brecha digital la encontramos en varios niveles, como son la edad, el nivel de ingresos, el nivel de estudios y el territorio donde viven.
La edad, el primer distanciamiento
Según Gallart, el factor edad es uno de los más importantes en este sentido. Más del 50% de la población catalana se encuentra dentro de la categoría de los millennials, es decir, los nacidos entre 1980 y el 2000, y de estos, la gran mayoría domina el Internet y las TIC. De todos modos, señala Gallart, hace falta tener en cuenta que hay un 40% restante -los no-millennials- que tiene más problemas para acceder a la tecnología, y más en el contexto de una población envejecida. De hecho, de la gente entre 50 y 60 años, sólo el 40% utiliza Internet.
Ingresos, estudios y territorio
El nivel de poder adquisitivo es también un gran determinante de la brecha digital. Según varios estudios, prácticamente el 100% de la gente que tiene unos ingresos mensuales superiores a los 2.000 euros tienen Internet. Entre los 1.200 y los 1.800 euros al mes, el acceso a Internet comprende el 53% de este grupo. En cambio, de los que no llegan a los 1.000 solo un 40% tiene. Por último, los salarios de menos de 900 euros mensuales, se calcula que sólo acceden a Internet un 15% de estos.
El nivel de estudios es también un indicador. En general, según explica el vicepresidente de la Comisión de Organización y Sistemas de Información del Colegio de Economistas, asegura que casi el total de la gente entre los 25 y los 35 años que tiene estudios superiores accede a Internet. El nivel de educación es importante a la hora de acceder a las nuevas tecnologías porque es un ancla, entrena la intuición e incentiva las ganas de aprender.
El ámbito territorial es clave para acceder a las redes: no es lo mismo vivir en una ciudad del todo interconectada, que vive principalmente del sector servicios, como es Barcelona, o bien vivir en los Pirineos, donde fácilmente el temporal o la zona pone más difícil el acceso a Internet.
¿Internet, una herramienta o una necesidad?
La capacidad de navegar y las prestaciones de las redes han evolucionado vertiginosamente en pocos años. Hasta hace poco, las redes sociales o comprar por Internet eran servicios que hacían la vida más fácil al consumidor que podía acceder; ahora, parece que sin Internet no podemos vivir. Y ya no sólo por la fiebre de los smartphones, el Whatsapp o el e-mail, sino que cada vez hay más cosas que se están digitalizando, privando el acceso a las personas que forman parte de los "no conectados".
"Es lo que pasa con la Administración Pública, se está digitalizando", asegura Gallart. De hecho, sin ir más lejos, ya hace un par o tres de años que la declaración de la Renta se hace a través de Internet. Y no sólo eso: las facturas de la luz, el gas o el teléfono son digitales, y a menudo tienes que especificarlo si las quieres por correo ordinario. "Como este, mil ejemplos", dice el vicepresidente, y reitera que lo que hace falta es "neutralidad tecnológica".
Y es que como dice Gallart, "Internet aporta muchos valores, pero no todo el mundo se lo puede permitir, y lo primordial es cubrir las necesidades básicas". Eso hace pensar: ¿quizás es que Internet ha dejado de ser una herramienta y ha pasado a ser una necesidad?