Catalunya no para de crecer y además lo hace a un ritmo más elevado que España y Europa. Si bien, la economía catalana cerraba en el 2015 con un crecimiento del 3,3%, más del doble que la media de la zona euro, ahora ya acumula 14 trimestres consecutivos por encima del conjunto de España, según el último informe de coyuntura catalana de la Cambra de Comerç de Barcelona. Se dice rápido pero no es nada fácil de conseguir. Seguramente, una de las grandes claves de esta Catalunya in crescendo es su industria. No sólo duplica a Andalucía y triplica a Madrid en producción industrial, sino que según el mismo Instituto Nacional de Estadística (INE), Catalunya es el gran motor de España con un 23,1% de la producción de todo el Estado.
Y aunque la producción industrial de Catalunya ya suponía un 22,6% del total de España durante los inicios de la fuerte crisis económica en el 2008, su industria no ha parado de crecer y seguir creciendo alejándose cada vez más del resto de comunidades. Precisamente por eso y a medida que se vaya desplegando el Pacte Nacional per la Indústria aprobado en el Parlament este 13 de julio con el objetivo de rearmar la industria y situarla "en el centro de la economía, desde la concertación política y el diálogo social", no es de extrañar que la directora general de Indústria, Núria Betriu, se siga mostrando convencida de que Catalunya puede liderar la cuarta revolución industrial y digital del sur de Europa.
Una Catalunya pionera
"Nuestro país ha sido protagonista de todas las Revoluciones Industriales" aseguraba el vicepresident del Govern y conseller d'Economia i Hisenda, Oriol Junqueras, en el Fòrum Tècnic de la Indústria 4.0. Y es que más allá de unas cifras que juegan a favor, Catalunya tiene la experiencia y los recursos tecnológicos para ser también pionera en el modelo de la fábrica inteligente con un nuevo software dirigido a la fabricación informatizada y a los procesos interconectados en la digitalización de las plantas productivas.
Sin embargo, volvamos, ¿qué tiene Catalunya? Junqueras lo tiene claro: "Los elementos nos son favorables, no sólo el know how o el savoir faire de los elementos productivos, de gestión e interconexión con el mundo, sino también con el potencial de nuestras industrias, universidades y centros de investigación en una buena posición geográfica".
¿Y qué hay del empleo?
El sector industrial catalán ha registrado este segundo trimestre 590.500 trabajadores, según la última Encuesta de Población Activa (EPA). Se trata de una cifra muy elevada, de hecho la más alta de los últimos cinco años pero todavía está un 26,51% por debajo del empleo industrial que había antes de la crisis. Y por eso, Betriu, que es también la consejera delegada de Acció, ha alertado que aunque el Pacte Nacional pueda resultar de gran ayuda para sumar bienestar y ocupación de calidad, la recuperación será progresiva.
El modelo de la cuarta revolución industrial no se basa precisamente en la mano de obra intensiva, sino más bien en la digitalización, así como también en unos trabajadores muy cualificados y una productividad con un gran valor añadido. Tal y como ya ha avisado más de una vez el decano del Col·legi d'Enginyers, Miquel Darnés, la nueva industria es "un reto pero también una amenaza". Y es que el reto empieza donde la amenaza acaba y lo único que les separa, es saber o no saber reinventarse.
Por todo ello, el Govern confía en que el Pacte Nacional permita aumentar el número de trabajadores con capacidades y habilidades suficientes para cubrir la demanda de estas nuevas actividades empresariales. Las ya llegadas y las que todavía están por llegar.
La obligación de reinventarse
Y por voluntad u obligación, ya estamos recorriendo este camino de reinvención industrial. Las cadenas de montaje de Charlot en Tiempo Modernos pasarán –si nada lo cambia a última hora– a ser definitivamente un recuerdo cinematográfico de la deshumanización de la historia y sus férreas cadenas de montaje. Se mejorará la productividad, la calidad y la seguridad a la vez que se optimizará el proceso de producción, se interconectarán los elementos y se reducirá tanto la producción defectuosa como las paradas no previstas por incidencias y los efectos medioambientales.
Si Catalunya quiere liderar la cuarta revolución industrial del sur de Europa, tiene que interiorizar el cambio y ser partícipe de la reinvención. Betriu insiste en que estas exigencias no tienen que ser vistas como un temor, sino como una oportunidad para acelerar todo un conjunto de instalaciones y actividades que ya están en marcha en el país y que tienen un alto nivel de actividad. Paren las máquinas, los centros tecnológicos, el espíritu emprendedor y las start-ups catalanas, que se quedan con un 56,3% de la inversión del conjunto de España, están preparadas y siguen preparándose. Y es que Catalunya, será industrial o difícilmente será.