Alcarràs estaba limpio de casos de coronavirus hasta hace cuatro días. "Sin confirmación oficial", explicaba este jueves el alcalde, Manel Ezquerra, en uno de los bandos que hace llegar a los móviles de los vecinos. Primero, pide discreción. Después "que todo el mundo respete escrupulosamente el confinamiento ordenado por el decreto de alarma y OS QUEDÉIS EN CASA", en mayúsculas. Las recomendaciones son estrictas. "Sólo se puede salir a la calle por razones muy concretas, como comprar alimentos cuando no haya otra alternativa y un día a la semana", dice en una. En otra: "Al sacar el cubo de la basura sobre todo poneos guantes, extremando la limpieza de las manos". Y una más: "Los próximos días se recomienda reducir las tareas en el campo al mínimo imprescindible".

Esta última recomendación es inquietante en esta villa de 9.500 habitantes, el segundo municipio por población del Segrià después de Lleida. Alcarràs es también la capital del Baix Segre, una de las mayores zonas de producción de fruta de hueso (melocotones, nectarinas, paraguayos, platerinas...) de Europa. Tienen ahí su sede algunos grandes exportadores de fruta del país y fabricantes de maquinaria, talleres, centrales frigoríficas, alojamientos y servicios de todo tipo... además de granjas y otras explotaciones agrícolas no frutícolas.

La epidemia de coronavirus los ha cogido preparando la campaña de la fruta, que arranca en tres semanas con la cereza y el albaricoque.

Faltan manos

La zona gira en torno a la campaña. En cuatro o cinco meses, el Baix Segre tiene que hacer caja para cubrir la vida de casi todo el año. Otros municipios viven del sol y la playa o de la nieve y la montaña. Pero Aitona, Torres de Segre, Seròs, la Granja d'Escarp, Massalcoreig, etcétera... viven de la fruta, y el momento decisivo de la fruta es la cosecha. Alcarràs es un un municipio mayor y diversificado, pero el resto se juega mucho. Se lo juegan todo. El problema es que la campaña moviliza cada año 40.000 trabajadores temporales, según la Asociación Empresarial de la Fruta. Este año no están.

"No paran de llamar agricultores inquietos", explica el alcalde de Alcarràs a El Nacional.cat. "Muchos campesinos con cuadrilla fija de jornaleros se encuentran con que están fuera [en Rumania, en Marruecos o en Ecuador], de vacaciones", explica Ezquerra, que también es portavoz de la Plataforma en Defensa de la Fruita. Típicamente, para los trabajadores del sector, ahora es el momento de parar. "No volverán: no pueden regresar por la epidemia. A Alcarràs, donde tenemos pisos y alojamientos, no ha llegado nadie. Tampoco a otros pueblos".

Eso es un enredo considerable. De entrada, el primer trabajo de la campaña es aclarar los árboles: eliminar el exceso de fruta de las ramas cuando aun es pequeña. En este proceso se retiran entre 500 y 1.000 piezas de fruta por árbol hasta dejar un óptimo de unas 500 (unos 68 kilos) por planta, dicho sea al por mayor. Es una tarea lenta, laboriosa y cara, porque debe hacerse a mano. Las máquinas de aclarar todavía son experimentales y complicadas, porque cada árbol tiene un perfil diferente. En fin, es un trabajo no mecanizado. Hacen falta manos para aclarar y también para recoger. Y las manos no están.

A estas alturas del año, en condiciones normales, los temporeros ya estarían contratados. La pandemia lo ha alterado todo.

Un manifiesto y tres demandas

Alcarràs ha encabezado un manifiesto (pdf), escrito y firmado por los restantes 40 municipios frutícolas, sindicatos y patronales, que han entregado hoy a los gobiernos catalán y español. A Madrid le piden que retire el papeleo y piense en una "legalización provisional" de los empadronados sin permiso de trabajo que quieren trabajar en la fruta y ya viven en los municipios productores. Se trata de "trabajadoras y trabajadores [...] ya presentes en el territorio" y de una "situación excepcional", agravada por el cierre de fronteras, cosa que les impide contratar temporeros extranjeros en origen como hasta ahora.

De la Generalitat esperan que facilite la incorporación a la cosecha de gente joven y de parados, un poco como se hacía antes. Con elegancia, habla de "prestigiar los trabajos del campo entre los colectivos que, como las mujeres, los estudiantes y jóvenes en de paro y las personas que buscan un primer empleo, han ido perdiendo peso en el global de trabajadores temporales empleados por el sector agrario". Lo presenta como una oportunidad y una alternativa para los parados "a consecuencia de la pandemia en curso".

Una y otra administración, explica Ezquerra, se tienen que poner las pilas y ser creativas. "Hace falta que dispongan algunos incentivos para que esta gente venga a trabajar al campo, como algunas bonificaciones fiscales o alguna otra motivación". Lo que temen en el sector frutícola es que mientras el seguro de paro permita vivir, pocos se animarán a trabajar en la fruta.

El manifiesto también pide a las administraciones que garanticen la disponibilidad de los famosos EPI (equipos de protección individual) "para conseguir que los trabajos del sector agrario puedan desarrollarse con seguridad y sin peligro de infecciones".

Medidas estrictas

En este punto, la gente del Baix Segre ya ha dado ejemplo. Este miércoles, unas 70 mujeres de la Associació de Mestresses de Casa d'Alcarràs entregaron al ayuntamiento cerca de 600 mascarillas hechas a mano con sábanas y ropa en desuso. Se han entregado a trabajadores de cara al público, la residencia de ancianos y a los servicios sanitarios y de emergencias. La fabricación continúa. Es parte de una red comarcal coordinada desde Soses, "desde donde las mascarillas se llevarán a donde haga falta, desde entidades hasta hospitales si es necesario", explican en la Associació.

Como otros ayuntamientos de la zona, el de Alcarràs se movilizó pronto para contener la pandemia y suavizar sus efectos.

Hace dos semanas, un decreto municipal bastante estricto concretó las medidas de distanciamiento social. Entre otras: clausura de todas las actividades extraescolares, del hogar de jubilados (que sigue cerrado), y cualquier otro centro público, incluidos el aula de dibujo y pintura, la escuela de música, el jardín de infancia y las instalaciones deportivas. La vida pública en el pueblo está casi muerta. Los mensajes de prevención y cuidado del ayuntamiento son constantes: llegan a los vecinos vía web, la aplicación eBando, y las redes sociales Instagram, Twitter y Facebook.

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Desinfección en Alcarràs (Ayuntamiento de Alcarràs)

Desinfección diaria

Alcarràs, como casi todos los municipios, ha tomado medidas fiscales "para enviar un soplo de aire fresco a las empresas y a las explotaciones agrícolas familiares", dice Ezquerra. Han suspendido todos los cobros que dependen del municipio y/o los delegados a la Diputación, como el impuesto de vehículos. "Queremos reducir otros para reactivar la economía, como el impuesto de obras o los precios públicos de las escuelas de música, y suspenderemos las cuotas del jardín de infancia", añade.

"Esperamos la ayuda del Estado", suspira. "Nosotros no podemos hacer un ERTE con las maestras de la escuela. No sé. Tendremos que asumir los gastos fijos y modificar el presupuesto, también los ayuntamientos que ya lo tenían aprobado. ¿Nos rescatarán como a pymes y autónomos? El Estado no ha dicho nada".

Cada tres días, como para recordar la situación, pasa por todas las calles de Alcarràs un tractor equipado con un pulverizador de desinfectante. En las zonas más concurridas, la desinfección es diaria. "Vimos que lo hacían en China", recuerda el alcalde. China, sí, y alguna cosa más. Ezquerra gestiona granjas avícolas de codornices y perdices y está acostumbrado a los controles sanitarios y a desinfectar instalaciones. "Las dejamos como un quirófano", dice.