"Yo he tenido una buena vida". Así ha concluido el Nobel de Economía Edmund Phelps su diálogo con la periodista Mònica Terribas en la sede de RBA. Una frase que más allá de síntesis vital ha servido para exaltar las virtudes de una vida "de exploración, creación y aventura". Cogiendo "la buena vida" del filósofo Aristóteles basada en el aprendizaje como punto de partida, Phelps ha emplazado a los asistentes a modernizar esta concepción e impulsar el resurgimiento de una economía que ofrezca retos de exploración. "Un viaje a lo desconocido donde descubras aspectos de ti mismo y donde te transformes en el proceso", ha reivindicado.
De la vida a la economía, el Nobel ha querido distinguir entre la buena y la justa economía. La primera sirve para que muchas personas tengan una buena vida mientras que la segunda mejora las recompensas de las personas menos aventajadas con un coste general. Según Phelps, "podríamos y tendríamos que tener una buena economía. Asegurémonos de qué sea la más justa posible." En este sentido, se ha revelado contra la escuela creada por el economista austríaco y norteamericano Joseph Schumpeter y ha defendido una innovación que emerja de los empresarios y de los trabajadores. Al fin y al cabo, de las personas. Back to the basics.
"Hay un exceso de corto plazo y no hay predisposición ni voluntad de asumir riesgos o dejar caminos ya conocidos y utilizar nuevas maneras de hacer las cosas", ha asegurado justo antes de alertar también sobre los riesgos de un gobierno proteccionista. En un auténtico canto a la innovación más rupturista con el status quo, Phelps ha reiterado que "la protección gubernamental de los intereses de grupos es una sentencia de muerte contra la innovación. Los innovadores tienen que poder cambiarlo todo y romper si quieren crecer." La innovación como solución para luchar contra el corporativismo o en su peor versión, el clientelismo.
A 40 calles de Trump
Entremedio de la vida, la innovación y la economía, Phelps ha mencionado hasta tres veces al presidente de los Estados Unidos, Donald Trump. Des de buen comienzo, no ha dudado en reconocer su distanciamiento físico y metafórico: "Estoy a mucha distancia de haberlo conocido. Estamos a unas 40 calles". Y al cabo de muy poco, ha vuelto a la carga con una crítica a su intervencionismo: "A Trump le gusta meter la cuchara en las distintas sopas empresariales. Para él, el gobierno estadounidense es la primera gran multinacional."
Frente a este escenario, el Nobel de Economía se ha mostrado esperanzado en que el pueblo pida poner punto y final al clientelismo y a la protección del status quo. Pero, por si a caso esto no fuera así, también se ha atrevido a lanzar un claro y contundente pronóstico acerca del mandato de Trump: "No es demasiado tarde para que mejore lo que ha hecho hasta ahora. Solo tendrá una única legislatura. "
Un académico de honor
Hace sólo tres días, Phelps ingresó como académico de honor de la Real Academia Europea de Doctores-Barcelona (RAED) constituida en 1914 y formada por 100 académicos de reconocido prestigio internacional. El año 2006, obtuvo el premio Nobel de Economía por su profundo análisis sobre las compensaciones internacionales en políticas macroeconómicas. Actualmente, es profesor de la Universidad de Columbia, donde dirige el Centro sobre capitalismo y sociedad.
La suya es una trayectoria admirable. Doctorado por la Universidad de Yale, Phelps dio sus primeros pasos en la investigación de defensa RAND Corporation. Y muy pronto, compaginó su docencia en la universidad con la investigación a la fundación Cowles, donde publicó "La regla de oro de la acumulación del capital". Según la RAED, "una de las mayores contribuciones a la ciencia económica". El año 1966, cambió Yale por la Universidad de Pensilvania, desde donde investigó el vínculo entre empleo, ajuste salarial e inflación. De la economía a la vida. Y viceversa.