El PIB catalán aumentaría un 4,4% el año 2022, es decir, 0,5 puntos por debajo de la previsión de abril. Este crecimiento recoge tanto la recuperación de la demanda interna como de la demanda externa, con aportaciones de 2,3 puntos y 2,1 puntos, respectivamente. Por otra parte, la previsión para el 2023 se sitúa en un 1,7%, es decir, 1,2% por debajo de la anterior previsión, según las previsiones macroeconómicas publicadas hoy por la Conselleria de Empresa y Hacienda con la nueva consellera Natàlia Mas al frente.
Así pues, las nuevas estimaciones recogen el impacto de la crisis energética, con unas presiones inflacionistas más elevadas y persistentes de lo que se esperaba, el endurecimiento de las condiciones de financiación y la bajada de la confianza de los agentes privados. En conjunto, se prevé una ralentización de la recuperación respecto de las previsiones presentadas por el Gobierno el pasado mes de abril, en línea con las previsiones de los principales organismos de referencia. No obstante, se espera que el crecimiento de la economía catalana se sitúe por encima del de la zona euro y grandes economías como Alemania, Francia, Italia o los Estados Unidos.
Se modera el consumo de los hogares
En este 2022, la aportación de la demanda interna refleja el aumento del consumo de los hogares (con un crecimiento del 1,9%), de las administraciones públicas (de l'1,3%)i de la formación bruta de capital (del 6,0%). El consumo de los hogares modera su crecimiento como resultado de la aceleración de la inflación, pero se espera que estas presiones inflacionistas pierdan fuerza a partir de la primavera del 2023. La inversión crecería un 6,0%, un aumento que estaría relacionado con el despliegue progresivo del programa Next Generation EU, pero también con una anticipación de algunas decisiones de inversión, a la vista del aumento de los costes de financiación derivados del cambio en la política monetaria del Banco Central Europeo.
El mercado de la energía constituye el principal riesgo de las perspectivas económicas a escala europea, en especial con respecto a la senda del precio del gas y la electricidad. En segundo lugar, la pérdida de renta real de los agentes privados y la bajada de su confianza puede impactar en el ritmo de recuperación de la demanda interna, pero también de la externa. Y, finalmente, también conviene apuntar los problemas de aprovisionamiento global, que a pesar de encontrarse en una senda de moderación, podrían persistir o volver a repuntar si las tensiones geopolíticas empeoran. Las previsiones sobre el mercado de trabajo sugieren un comportamiento más resiliente que la actividad. Para el año 2022, las previsiones apuntan a un aumento moderado del empleo equivalente a tiempo completo (2,5%) después del rebote del 2021 (7,9%), hecho que supondría la creación de 85.000 puestos de trabajo y permitiría superar el año 2022 los niveles de empleo previos a la pandemia. Esta dinámica, junto con el incremento de la población activa, conduce a una disminución de la tasa de paro, hasta el 9,5%.
La información económica más reciente sugiere una desaceleración de la actividad durante el tercer trimestre, con un debilitamiento tanto de los indicadores de consumo (como el comercio al detalle, el gasto con tarjetas y las matriculaciones de turismos) como de los principales indicadores de actividad, en un contexto de encarecimiento de los costes intermedios y de aumento generalizado de los precios. Con todo, también hay aspectos que han superado expectativas como la resiliencia del mercado de trabajo, y sobre todo el turismo, con una buena temporada de verano que ha permitido situar las pernoctaciones de turismo extranjero sólo un 5,9% por debajo de los niveles prepandemia en agosto.
¿Y en el 2023?
Para el 2023, la demanda interna lidera el crecimiento, con una aportación de 1,7 puntos. El consumo de los hogares mantiene un incremento moderado, del 1,8%, en un contexto adverso por la pérdida de poder adquisitivo derivada de la inflación y por el enfriamiento de las expectativas a raíz del aumento de los tipos de interés. En medida que la inflación devuelva a sus niveles habituales, se espera una recuperación progresiva del consumo de los hogares a los cuales se reforzaría por la solidez del mercado de trabajo. Las expectativas para la formación bruta de capital, con un aumento del 3,6%, se rebajan por la elevada incertidumbre, el empeoramiento de las condiciones de financiación y la persistencia de algunos cuellos de botella. El crecimiento del consumo de las administraciones públicas mantiene la desaceleración iniciada en el 2021, con un aumento del 0,5%.
Por su parte, la demanda externa se sitúa en equilibrio, con una aportación al avance del PIB de 0,1 puntos, después de dos años con aportaciones destacadas: en el 2021 gracias a la recuperación llena del comercio de bienes y el 2022 bajo el impulso de la recuperación de los flujos turísticos con el extranjero, que se acercarían a los niveles prepandemia. De esta manera, para el 2023 se espera que el aumento de las exportaciones de bienes y servicios se modere hasta el 2,8%, un ritmo similar a lo que mostrarían las importaciones (3,3%). Con respecto al mercado de trabajo, las previsiones para el 2023 sugieren un crecimiento del empleo equivalente a tiempo completo del 1,2%, que se traduce en la creación de casi 42.000 puestos de trabajo. La tasa de paro permanecería casi estable, con una ligera disminución hasta el 9,4%, la tasa más baja desde el 2008.