El cierre de pequeños comercios es una realidad que la pandemia lo aceleró, pero formaba parte de una crónica anunciada. Además, cuando hablamos de pequeños comercios no lo limitemos tan sólo a los de autónomos o emprendedores, sino también grandes marcas que deciden reorientar sus negocios y ya no apuestan, como décadas anteriores, para tener una tienda de referencia a sus ciudades. Las famosas ciudades dormitorio parece que se ha convertido en un concepto aplicable a cualquier lugar. El debate, demasiado a menudo, es repetitivo y todo el mundo dice la suya, pero hace falta poner en orden a sus protagonistas y ver cómo la convergencia de varios factores ha comportado un cambio irreparable.
Un problema desde hace 15 años
De entrada se dijo que el principal responsable era la crisis económica del 2008. Entonces, según el Instituto de Estadística Nacional (INE), en España se cerraron más de 44.200 tiendas y locales tan sólo entre el 2008 y 2009. Entonces ya se hablaba de que el ritmo de cierre era de 100 comercios diarios. Si viajamos en el año 2017, las cifras de negocio sufrieron una ligera recuperación con un crecimiento de 1,2% respecto del 2016. Pero eran datos absolutos que esconden otra realidad que se mantiene hasta día de hoy. Según la Asociación de Trabajadores Autónomos (ATA), 36 de estos ataduras en el pequeño comercio se pierden por término medio cada día.
Y el último factor, más allá de crisis, la irrupción de un e-commerce con el cual, muchas pymes han intentado convergir, pero muchas de otras, más mayoría que las anteriores, no lo han hecho. Y en este caldo de cultivo se suma un tercer actor: las administraciones, desde las municipales hasta las estatales. Los puntos de vista que llevan unas respecto de los comerciantes, la mayoría a veces, van por diferentes caminos. Y no sólo hablamos de políticas de urbanismo, movilidad o promoción del comercio, también de las cargas impositivas. Según la Unión de Profesionales y Autónomos (UPTA) se ha denunciado de forma reiterada las famosas tarifas planas por autónomos como la excesiva carga fiscal que soportan los trabajadores por cuenta propia con tasas superiores al 40%, la más alta en España en proporción a otros colectivos.
Núria Paricio, directora de Barcelona Oberta, que engloba la unión de ejes comerciales y turísticos de Barcelona, elabora un ranking de los factores que más afectan: "Evidentemente los cambios de consumo y l'e-commerce influyen, pero en nuestro caso lo que más está influyendo son las políticas o malas políticas municipales, la barbaridad que están haciendo a Via Laietana o ESOS verdes y como están complicando la entrada en Barcelona, eso es lo que más nos afecta ahora mismo".
Paricio, como muchas asociaciones que representan este colectivo, carga contra el gobierno de la alcaldesa de Barcelona, Ada Colau, y lo ve con resignación: ¡"Para frenar el cierre, poco se puede hacer! Desde Barcelona Oberta hacemos proyectos de digitalización, el año pasado pudimos poner en marcha la plataforma BCNMarket y dotarla con 4 millones de euros en Bonus Consum que se triplicaron y fueron a parar a los comercios y restaurantes de la ciudad. Pero lo que más hacemos es de lobby para intentar frenar estos cambios urbanísticos a través de la presentación de contenciosos". Y avisa: "La amenaza no es sólo económica y directa a los pequeños empresarios, tenemos cálculos de cómo afecta económicamente al conjunto de la sociedad"?. La respuesta es clara: no. Además, detrás de la mayoría de estudios publicados siempre está la administración pública muncipal. Paricio entra en la comparativa y es tajante: "Madrid es Business Frendly y Barcelona todo al contrario".
"El metro cuadrado vale la mitad"
Puede ser una realidad o sólo una sensación si abrimos la mirada y constatamos que la tendencia es global, pero en el caso de Barcelona las posiciones están demasiado alejadas. Jordi Ratera, gerente de Automóviles Ratonera situado en la calle Bruc, número 160 de Barcelona, también va en esta línea. Más allá de las críticas por el trato hacia el automóvil por parte de Colau, en este caso se centra en el debate pertinente: "Es un pez que se muerde la cola. Ahora, la situación es tan insostenible que se está perdiendo el valor del metro cuadrado, ninguna empresa quiere venir a Barcelona".
Y pone un ejemplo: "Yo estoy intentando alquilar un local en la calle Bruc con Rosellón de 130 metros cuadrados diáfanos por 2.500 euros y sólo me ofrecen 1.000". Y explica los motivos: "Se le ponen tantos inconvenientes a las personas para acceder en la ciudad que deciden no venir. Hoy he preguntado a un cliente de Llavaneres que dónde prefería ver un coche de lo que está interesado, si en el centro de Barcelona o Sant Cugat y no lo ha dudado ni un segundo: en Sanut Cugat a pesar de tenerlo más lejos". Ratera asegura que "no es fácil trabajar y la situación en Barcelona es insostenible".