El grupo Repsol registró unas pérdidas netas de 3.289 millones de euros en 2020 tra sufrir a causa de crisis mundial del Covid-19 unos impactos de casi 3.900 millones de euros en la valoración de sus inventarios y por el ajuste del valor de los activos.
En 2019, Repsol ya registró unas pérdidas de 3.816 millones de euros, aunque en aquella ocasión fue debido a los ajustes que realizó en el valor contable de algunos de sus activos para abordar el compromiso de ser una empresa cero emisiones netas en el año 2050. La presentación de los resultados del grupo ha sido bien recibida por la Bolsa, y las acciones registraban a mediodía un avance del 2,33
Desplome de precios del crudo y el gas
La situación sin precedentes provocada por el coronavirus, que llevó a lo largo del ejercicio a un desplome casi sin precedentes de los precios del crudo y del gas -con una caída del 35% en la cotización media en 2020 del crudo Brent y del 19% en el gas Henry Hub- y un histórico colapso de la demanda, ha tenido un impacto negativo de 978 millones de euros en los inventarios de la compañía.
Además, el grupo presidido por Antonio Brufau ha ajustado sus hipótesis de precios, lo que ha afectado al valor contable de sus activos de 'Upstream', reflejándose en un impacto de 2.911 millones de euros. No obstante, a pesar de un escenario marcado por una complejidad sin precedentes debido la pandemia mundial del coronavirus, Repsol obtuvo en 2020 un resultado neto ajustado, que mide específicamente el desempeño de los negocios de la empresa, de 600 millones de euros.
Covid y petroleras
Este resultado neto ajustado, aunque es un 70% inferior a los 2.042 millones de euros de 2019, mejora las previsiones de los analistas para la compañía y confirma la resiliencia de la multienergética en un entorno especialmente complicado para su sector. De hecho, la crisis de la Covid-19 se ha cebado con las petroleras en 2020, con fuertes pérdidas netas para grandes del sector como Shell (-17.903 millones de euros), BP (-16.765 millones de euros), Total (-5.980 millones de euros) o Equinor (-4.539 millones de euros).
En el cuarto trimestre, tras el lanzamiento en marzo de un Plan de Resiliencia, así como del inicio de la recuperación de la demanda y de los precios de los productos, Repsol situó su beneficio neto ajustado en los 404 millones de euros, cifra similar al mismo periodo de 2019.
El consejero delegado de Repsol, Josu Jon Imaz, ha destacado que en 2020, ejercicio también en el que la compañía lanzó su nuevo Plan Estratégico 2021-2025, el grupo ha afrontado "un escenario sin precedentes y ha puesto las bases del futuro de la compañía". "Hemos demostrado de nuevo la solidez de nuestro proyecto, desempeñando un papel de servicio público esencial y ratificado una vez más que somos una empresa útil para la sociedad", ha asegurado.
El grupo demostró su fortaleza ante este difícil escenario, con una positiva generación de caja libre de 1.979 millones de euros y una reducción de la deuda neta del 28% -en 1.178 millones de euros durante el ejercicio- hasta situarla en 3.042 millones de euros a cierre de 2020.
El grupo ha hecho una fuerte apuesta por la digitalización, 334 millones de euros, y se prevé que el impacto positivo de los proyectos de digitalización supere ya en 2022 los 800 millones de euros anuales respecto al inicio del Programa de Digitalización, en 2018.
La liquidez del grupo se situó en 9.195 millones de euros a 31 de diciembre, lo que cubre en 3,23 veces los vencimientos a corto plazo. En este sentido, Repsol reforzó el año pasado su posición financiera mediante cinco emisiones de bonos por un total de 3.850 millones de euros, de los que 1.500 millones corresponden a bonos perpetuos subordinados.
Reducción de emisiones
Durante 2020 Repsol disminuyó un 5% su Indicador de Intensidad de Carbono respecto a los niveles de 2016. Si se descuenta la menor actividad derivada de la Covid-19, la reducción se situó en un 3,7%. La compañía ha eliminado 2,4 millones de toneladas de C02 desde 2014 y se ha marcado objetivos más ambiciosos en su plan estratégico, en el que se fija una disminución de la intensidad de carbono del 12% para 2025, del 25% para 2030 y del 50% para 2040.