Como suele pasar siempre últimamente en la política catalana, las asistencias y presencias a la manifestación de la Diada del próximo domingo, 11 de Setembre, se han convertido en objeto de discusión partidista y entre independentistas, apartando del debate político las verdaderas preguntas: ¿hay motivos para salir a la calle una vez más el próximo día 11? ¿Ha cambiado algo para que los que hemos asistido estos últimos años a la manifestación podamos quedarnos tranquilamente en casa? ¿El Estado español ha cambiado su actitud represiva contra el independentismo? Y la respuesta no deja lugar dudas: nada ha cambiado desde la primera gran manifestación del año 2012 que convocó la ANC, y a la que Òmnium y AMI dieron su apoyo, y el objetivo político sigue siendo el mismo. Por tanto, es imperativo que la voz de la ciudadanía a favor de la independencia se escuche alto y claro desde la calle.
Solo el vuelo gallináceo, estéril, cansino y agotador puede estar alejando estas preguntas del debate público y de los dirigentes políticos y estar convirtiéndolo todo en un verdadero lodazal. Basta ya de este lamentable espectáculo de insultos y descalificaciones más propios de un patio de colegio que de una sociedad adulta y madura. El president de la Generalitat, Pere Aragonès, ha decidido no acudir a la manifestación y así lo ha anunciado esta semana. No será el primer president que, estando en el cargo, haya optado por seguirla desde su despacho y no en la calle, aunque el momento político también era otro. Artur Mas, por ejemplo, recibía a los convocantes al final de la manifestación en el Palau de la Generalitat.
Personalmente creo que es un error que el president Aragonès haya dicho que no acudirá, y la primera autoridad de Catalunya tiene que leer correctamente qué representa la manifestación del 11-S para mucha gente. Una mirada que, por el importante cargo que ostenta, tiene que ir mucho más allá de quien la convoca. Pero también pienso que el verdadero objetivo de la manifestación debería ser denunciar las actitudes del Estado español y exigir la independencia. Y no una concentración contra el Govern y los partidos independentistas como en algún momento se ha planteado o así se ha dado a entender. Porque una cosa es que a algunos políticos los piten —siempre ha pasado y la libertad de expresión es esto— y otra es que haya un pronunciamiento explícito.
Aún falta una semana para la manifestación y debería haber tiempo para que las cosas se pudieran reconducir. Otras veces así se ha hecho y el resultado no ha sido en detrimento de nadie sino en beneficio de todos. Cada uno tiene derecho a proyectar el relato que quiera, a hacer la convocatoria que le plazca y a portar las pancartas con los lemas que desee. Las diferentes miradas del independentismo sobre el país actual y el futuro son una realidad y, por tanto, son normales los diferentes acentos. Pero la manifestación multitudinaria de la Diada y el mensaje que supone para España y el mundo es del conjunto del independentismo. De todos los que salen a la calle y que con su presencia sitúan la reivindicación nacional de Catalunya en el mapa.