El año 2024 deja tantas carpetas conflictivas abiertas que nada invita al optimismo para el recién llegado 2025. El horizonte que podemos vislumbrar está repleto de amenazas y todo apunta a que la vorágine informativa de los próximos doce meses será de una mayor tensión en el mundo, una situación económica de reducción del crecimiento y una auténtica guerra comercial. El 2025 se iniciará con la llegada a la Casa Blanca de Donald Trump después de su aplastante triunfo electoral el pasado noviembre frente a Kamala Harris que, a la postre, demostró ser tan mala candidata como vicepresidenta. El retorno de Trump está marcado en rojo desde hace meses en todas las cancillerías europeas y habrá que ver cómo y cuánto influye en la ola conservadora ya existente y que se ha visto en casi todos los procesos electorales realizados en el año que se ha ido. En Europa, sin ir más lejos, mucho o poco, todos los gobiernos han ido girando hacia la derecha a la vista del aumento importante de las formaciones de extrema derecha o, si se quiere ser más suave, de la derecha extrema.
En Italia, Giorgia Meloni llegó a la presidencia del Consejo de Ministros de Italia en octubre de 2022 como líder de Hermanos de Italia, formación que tiene sus raíces políticas en el Movimiento Social Italiano (MSI), que surgió de las cenizas del fascismo de Mussolini. Meloni fue una avanzadilla de todo el malestar que se estaba fraguando en Europa y ha liderado un cierto viraje en la UE respecto a la inmigración con el beneplácito de Bruselas. En 2024, según la revista Forbes, Meloni era la tercera mujer más poderosa del mundo, mientras que hace unos días, Político Europe la ha considerado la persona más poderosa de Europa en 2025. En Francia, espera su momento Marine Le Pen al frente de Agrupación Nacional y existen muchas dudas de que el presidente Emmanuel Macron no tenga que avanzar las elecciones presidenciales previstas para 2027. Hoy, el país galo vive, políticamente hablando, con respiración asistida y el primer ministro François Bayrou lidera desde el pasado 13 de diciembre un gobierno que puede durar semanas o meses. De hecho, su antecesor, Michel Barnier, no llegó a los tres meses en el cargo, ya que una moción de censura de Marine Le Pen y la extrema izquierda de Mélenchon lo apeó del cargo.
Alemania, la conocida como locomotora de Europa, atraviesa su peor crisis económica desde la posguerra y que, entre otras consecuencias, ha llevado a un 21% de su población —17,5 millones de personas— a vivir por debajo del umbral de la pobreza. El presidente alemán, Frank-Walter Steinmeier, convocó la pasada semana elecciones para el 23 de febrero después de que el canciller Olaf Scholz así se lo pidiera al colapsar su gobierno conocido como la coalición del semáforo y formada por los socialdemócratas del SPD, los liberales del FDP y Los Verdes. Nadie duda de que los democristianos de la CDU van a ganar las elecciones, pero el gran interrogante es si el SPD es capaz de mantener la segunda posición o se la arrebatará la formación de ultraderecha Alternativa por Alemania (AfD). En el último sondeo publicado este mismo martes del instituto Insa, AfD seguía subiendo y se encaramaba al 20,5% de los votos, muy por detrás de la CDU/CSU con el 31%, pero con una ventaja significativa respecto al SPD que se quedaba en el 16% de los sufragios.
El horizonte que podemos vislumbrar está repleto de amenazas y todo apunta a que la vorágine informativa de los próximos doce meses será de una mayor tensión en el mundo
Si acercamos la mirada a la situación en la política española habría que ir hasta los años 90 y la eclosión de casos de corrupción en el PSOE y el gobierno de Felipe González para encontrar una situación similar. Este jueves publicábamos una excelente radiografía sobre cómo ha sido el deambular parlamentario del gobierno de Pedro Sánchez este 2024. Pues bien, ha sufrido 71 derrotas parlamentarias y Junts ha estado detrás en siete de cada diez de ellas, con un in crescendo desde el verano. Entre las más significativas derrotas infligidas están el rechazo a la senda de déficit, paso previo para una aprobación de presupuestos, la reforma de la ley de Extranjería, las reprobaciones de los ministros Grande-Marlaska (Interior) u Óscar Puente (Transportes) o más recientemente la derogación del impuesto a las energéticas, un movimiento este que ha situado por primera vez a Junts como un aliado con el que contar en la política española por parte del mundo empresarial.
Este permanente desencuentro, fruto en buena medida de los incumplimientos de Sánchez con Carles Puigdemont, ha desembocado en la exigencia de Junts de que el PSOE permita la tramitación de una iniciativa legislativa para que el presidente se someta a una cuestión de confianza, cosa que la Moncloa ha rechazado, al menos, hasta el momento. La cuestión se tendría que dirimir el día 7, a la vuelta de las vacaciones, en la Mesa del Congreso. Todo ello, por no hablar de los numerosos casos judiciales que afectan al PSOE y a Pedro Sánchez y que han desembocado, por primera vez en democracia, en que Begoña Gómez, la esposa del presidente, haya tenido que declarar como investigada, o que David Sánchez, su hermano, también tenga una causa abierta. De hecho, la política judicial ha desplazado en muchos momentos el foco del parlamento o del gobierno hacia el Tribunal Supremo o la Audiencia Nacional en medio de acusaciones de lawfare del gobierno a miembros de la judicatura. La guinda ha sido la decisión de la Sala de lo Penal que acordó el pasado mes de octubre por unanimidad abrir una causa contra el fiscal general del Estado, Álvaro García Ortiz, por un presunto delito de revelación de secretos en relación con la difusión de datos relativos a una investigación por delitos de defraudación tributaria y falsedad documental contra un particular (la pareja de Isabel Díaz Ayuso).
Dejo para el artículo de mañana mis pronósticos para Catalunya y Barcelona, donde pese a la aparente calma política, la ausencia de mayorías estables puede ser un hándicap para 2025. Mientras tanto, un enorme deseo de un muy buen 2025 para todos desde ElNacional.cat.