A punto de llegar a la semana de la tragedia del País Valencià y cuando aún se desconoce el número final de muertos y de desaparecidos, ha llegado el momento de orientar todos los esfuerzos a la reconstrucción de los municipios afectados. Ya no sirve de mucho más recrearse en la incapacidad del Govern de Carlos Mazón que, con su negligencia, ha agrandado la desgracia. Tampoco tiene hoy mucho más recorrido culpar a Pedro Sánchez por su gestión de la crisis: a la vista está que podía haber hecho mucho más y que así le era exigible como presidente del gobierno español. Menos aún vale preguntarse quién programó la visita de los reyes a la zona cero de la DANA y que acabó en medio de insultos, descalificaciones y lanzamiento de barro, y con Pedro Sánchez teniendo que ser evacuado por su equipo de seguridad ante el riesgo para su integridad física. Todo eso habrá que analizarlo y estudiarlo como un fracaso global de una pésima gestión de crisis. Suficiente para que a estas alturas Mazón ya hubiera perdido el control de mando al haberse declarado la emergencia nacional. ¡Cómo tiene que ser la situación para que hasta Alberto Núñez Feijóo lo haya pedido!
Pero en medio de todo este debate político, que también es muy importante habida cuenta el escalofriante número de víctimas, emerge ya el debate inaplazable de la reconstrucción. De cómo el Estado va a hacer frente a la situación de decenas de miles de personas que han perdido familiares en el peor de los casos, pero que también se enfrentan a la necesidad de seguir adelante y no tienen nada. Que han perdido su vivienda o está en unas condiciones imposibles de ser ocupada en mucho tiempo, ya que los destrozos son enormes. ¿Cómo va a volver esta gente a una mínima normalidad cuando no les ha quedado nada? ¿Quién va a velar por ellos una vez los focos de la tragedia dejen de convocar a la zona a políticos y periodistas emitiendo en prime time todo lo que allí está pasando? Esa es la principal preocupación de las autoridades locales, que son las que mejor conocen cuál es la situación real y que empiezan a ver que, apenas superada la tragedia, se les viene encima una segunda fatalidad: no saben cómo salir adelante.
Ya que han sido incapaces de dar la respuesta que se esperaba a la crisis, sean capaces ahora de ponerse de acuerdo y remar en la misma dirección para ayudar a los damnificados
Por todo ello es necesaria la cooperación institucional en los siguientes frentes: reconstrucción de las infraestructuras dañadas tanto por carretera como ferroviarias, reconstrucción del parque móvil de viviendas que han resultado afectadas con especial prioridad a los más vulnerables, reconstrucción de los locales destruidos para que vuelvan a su actividad en el menor tiempo posible, y ayudas urgentes que sorteen la lenta burocracia española para que no suceda, una vez más, como en el pasado. Basta con recordar los damnificados de la presa de Tous o la devastación provocada por la erupción del volcán de La Palma en las islas Canarias, en 2021. Mucho impacto mediático, muchas promesas de ayudas, muchas fotos prometiendo soluciones y que nunca serían abandonados, y el resultado tres años después es el siguiente: la destrucción que provocó el volcán dejó un balance aún provisional de daños superior a los 1.000 millones de euros. Las ayudas prometidas y ampliamente repetidas en televisión no han sido suficientes para los miles de personas que lo perdieron todo. Cáritas continúa atendiendo en La Palma a más de 3.000 personas, y todavía muchos de los afectados que perdieron su hogar lo siguen pagando.
Resumiendo: ya que han sido incapaces de dar la respuesta que se esperaba a la crisis y la contestación ofrecida a la ciudadanía ha sido hasta la fecha muy deficiente, con una reacción lenta y paquidérmica, impropia de un país relevante de la Unión Europea, sean capaces ahora de ponerse de acuerdo y remar en la misma dirección para ayudar a los damnificados. Las costuras de una gran ineficacia han quedado al descubierto de una manera que parecía imposible hace unos pocos días. Pero no añadan a todo ello la vergüenza de ver cómo se pelean entre todos ustedes por un titular más o menos afortunado o un minuto de televisión. El drama es demasiado profundo y la desafección de la ciudadanía hacia políticos e instituciones es tan abismal que si no reaccionan con urgencia ya será demasiado tarde. Y la próxima visita de las autoridades a la denominada zona cero adquirirá una preocupación aún mayor que la vivida el pasado domingo en Paiporta.