El arranque de la Liga 2022-23 ha certificado, cuando ya se llevan tres jornadas oficiales -dos en el estadio- y un par de amistosos, el trofeo Joan Gamper y el benéfico contra la ELA frente al Manchester City de Pep Guardiola, el retorno de los aficionados culés al estadio, después de unos años en que la pandemia y los malos resultados habían retraído a los socios del estadio. Es evidente que, sobre todo en esta fase de la temporada, el fútbol es un estado de ánimo, y los fichajes que se han realizado, a costa quizás de una inversión económica al límite de las posibilidades de la entidad, han tenido un efecto catártico y la conexión jugadores-aficionados es la de los buenos momentos, la de los años de los títulos.
Las entradas en el Camp Nou de alrededor de 80.000 espectadores por partido y el hecho de que se hayan producido en el mes de agosto reflejan el hambre del socio por ver hasta donde es capaz de llegar este equipo que tiene varios futbolistas decisivos, pero, en este arranque de la temporada, ninguno como Lewandowski. El polaco es para el aficionado una combinación de lo que en su día representaban la dupla Messi-Suárez: lidera, marca e impone jerarquía. Son pocos partidos pero nadie recuerda lo que costó y eso es la mejor señal del resultado que ofrece en el campo, donde se le ve disfrutar con una intensidad poco habitual en jugadores de 34 años.
Este estado de ánimo va a ser muy importante para la inminente puesta en escena de la liga de Campeones, una competición que le ha sido especialmente esquiva al F.C.Barcelona y donde esta temporada tiene depositada grandes esperanzas, sabiendo perfectamente que no está entre los principales favoritos. El azar ha hecho que el sorteo de grupos de la semana pasada haya sido especialmente difícil para el club blaugrana, ya que en el grupo de cuatro le han tocado dos cocos como el Bayern de Múnich y el Inter de Milán. Uno de los dos deberá quedar fuera para que el Barça se clasifique y siga soñando con estar en Estambul el próximo mes de mayo y llevar a la sala de trofeos un título que le es esquivo desde la temporada 2014-2015, en que un equipo comandado entonces por Luis Enrique se impuso en Berlín a la Juventus de Turín por un contundente 3 a 1.
Han pasado ocho temporadas desde entonces y demasiadas cosas trágicas durante estos años, no solo ni fundamentalmente en el terreno deportivo, para recordarlas ahora. Aunque lo más importante es que, por primera vez, romper el techo de cinco Champions en las vitrinas es posible si se mantiene la conjunción entre el equipo y el aficionado, los jugadores siguen demostrando el hambre de victorias que se ha visto hasta el momento, las lesiones son benevolentes con la plantilla, el entrenador Xavi Hernández da con la tecla para armar un equipo competitivo en el que todos vayan a una, y los cracks del equipo asumen el rol que se espera de ellos en una temporada a todo nada.
No es poco ni tampoco fácil, ciertamente. Pero sí que parece posible.