Después de casi mil días de estar en un escenario de sequía, con emergencias al alza desde 2022, Catalunya puede tomarse un respiro en uno de los problemas que más debate político, social y mediático ha provocado en los últimos años. Un gobierno cayó por ello en Catalunya. No solo por eso, pero fundamentalmente por eso: por la falta de agua. En la primavera de 2024, el 13 de marzo, Pere Aragonès convocaba elecciones después de no poder aprobar los presupuestos acordados con el PSC por la negativa de los comunes. Esa fue la excusa, que también era real. Pero en el trasfondo de la decisión, decantándola claramente, estaba el pánico a un verano sin lluvias y que se pudiera llegar incluso a provocar cortes de agua en los establecimientos hoteleros de la costa catalana. El resto ya se sabe: empezó a llover, no como estos días, pero lo suficiente para que no hubiera que adoptar medidas más excepcionales y los vientos de cambio por la pobre gestión de Esquerra en la Generalitat llevaron a los republicanos a un resultado electoral paupérrimo, que les situó en tercera posición, muy alejados de los dos primeros.
Estos días, estamos asistiendo a un fenómeno natural que ya no recordábamos: nevadas al límite de la temporada invernal —desde las 10 horas del jueves, estamos oficialmente en primavera—, los pantanos más necesitados de las cuencas internas ya superan el 50%, con embalses como los de Sau, Darnius-Boadella y Riudecanyes por encima del 40%. Desmintiendo la letra de la canción Al meu país la pluja del artista de Xàtiva que cantaba en los escenarios Al meu país la pluja no sap ploure/ O plou poc o plou massa/ Si plou poc és la sequera/ Si plou massa és la catàstrofe/ Qui portarà la pluja a escola?/ Qui li dirà com s'ha de ploure?/ Al meu país la pluja no sap ploure, esta vez está lloviendo bien o, lo que es lo mismo, está lloviendo también allí donde más conviene. Llueve en la costa, pero también en el interior. Los ríos del Pirineo bajan con caudales que hacía años que no se registraban y el deshielo de la primavera aumentará las reservas hídricas existentes y, por lo que parece, aún quedan días de lluvia.
Que no vuelva a suceder como en 2008, cuando se suspendieron las obras hidráulicas para no depender de la lluvia
Los gobiernos empiezan a aflojar con las medidas y los ayuntamientos hacen lo mismo y se preparan para algo que hace años que no sucedía: que en sus municipios las fuentes vuelvan a funcionar y los jardines se puedan regar con normalidad. En muy poco tiempo tendremos noticias de ello, también en Barcelona. Ahora, hace falta esperar que las administraciones hayan aprendido la lección. Que no vuelva a repetirse lo de 2008, que después de una sequía similar a la de estos años —algo menor, ciertamente, pero muy importante— se levantó el pie de acelerador, se suspendieron las obras hidráulicas que debían realizarse para no volver a estar a expensas de la lluvia y quince años después hemos visto las orejas al lobo. Hay un pacto político de que esto no va a volver a suceder, y gobierno y oposición deben remar en la misma dirección, siendo exigentes a la hora de cumplir lo acordado. Y priorizando lo que va a ser el futuro: la reutilización del agua como respuesta clave ante futuras sequías.
Con todo, estas inversiones deben ir acompañadas de medidas que ayuden a la agricultura, que ha sufrido desproporcionadamente durante este tiempo y no se ha sentido especialmente bien acompañada. Ya se sabe, la presión de los problemas de las grandes ciudades acaba teniendo un impacto mediático mayor que el de los payeses del país. Porque aquí es muy fácil hacer el discurso sobre la compra de los productos de proximidad, pero eso ni es barato, ni es tan fácil. Lo más normal es que los payeses se desesperen de las trabas administrativas, encuentren incomprensión a sus demandas y siempre acaben los últimos de la fila cuando se abordan sus reclamaciones. Ello provoca complementariamente que zonas agrícolas dejen de serlo, con los cambios —siempre perjudiciales y costosos— que supone. Aquí también la administración tendrá que darle una vuelta a algunas de sus posiciones e invertir más en políticas agrarias porque nada es gratis y sin dinero su futuro será cada vez más negro.