Àngels Chacón, la exconsellera de Empresa i Coneixement, entre los años 2018 y 2020, del Govern del president Quim Torra, ha anunciado este sábado que abandona la política "cansada de las dinámicas persistentes de los partidos". Es una manera piadosa de decirlo, ya que lo cierto es que la política le había abandonado antes a ella como bien ha podido constatar primero tras el fracaso de las pasadas autonómicas de 2021 en que encabezó la lista del PDeCAT y no logró ningún escaño, y tan solo consiguió alrededor de 77.000 votos, el 2,72%. Más recientemente, en enero de 2022, presentó una propuesta de un nuevo partido, Centrem, que el mes de mayo le había escogido como secretaria general, cargo que ahora, tres meses y seis días después, abandona.
La explosión descontrolada del espacio convergente, oficializada en 2016 con la creación PDeCAT, y el fracaso político de este partido después de tratar de hacer durante casi dos años —2016 y 2017— un pulso al president Carles Puigdemont, y que este acabara creando un nuevo movimiento político, Junts per Catalunya, ha dejado por el camino una serie de sombras que han tratado de reflotar lo que ya estaba en el fondo del océano: los restos del naufragio de CDC. No había restos a recuperar, no había líderes a los que recurrir, no había electores a los que dirigirse y lo único que sí había era dinero, influencia y medios, muchos medios, si ello conseguía colocar contra las cuerdas a Junts. A eso ha jugado Chacón y ha perdido. Por eso se va. A eso jugó Marta Pascal, con el Partit Nacionalista de Catalunya, y también perdió con unos pobrísimos resultados en las catalanas de 2021, donde recogió 4.600 votos, el 0,16% el total.
Chacón, Pascal y tantos otros ni tenían pasado ni, como se ha visto, tenían futuro liderando un espacio político propio. Pero los despachos nada saben de eso, ni falta que les hace mientras el trabajo que hagan sea el que se espera. Si Junts juega la partida en el terreno de la política y su estructura organizativa se hace robusta, los satélites que había a su alrededor y que se han alimentado con respiración asistida acabarán perdidos en el espacio. La llegada de Xavier Trias a la candidatura municipal de Barcelona, de la mano de Carles Puigdemont y Jordi Turull, será el toque de gracia y también el toque de corneta para la reunificación. Aquí primero Jordi Sànchez y ahora Turull, tirando del fontanero David Saldoni, tienen apalabrados, bajo las siglas de Junts, prácticamente todos los alcaldes del PDeCAT para las municipales del próximo mes de mayo.
Eso a la espera de saber la última hoja de la margarita que le acaba quedando a Sandro Rosell, que hace unos meses parecía que era la del sí y ahora ya no está tan claro. No hay razones, más allá de las personales, que pueden ser importantes, para que Rosell dé el paso. Sería un error, como muchos le han dicho, ya que opciones, como él quiere, de ser alcalde no existen. Y es que, además, la partida electoral de Barcelona se jugará no tanto pensando en nuevos actores políticos, sino en desplazar a Ada Colau de la alcaldía de Barcelona. Primarán los partidos fuertes más que la multiplicidad de partidos. Y eso tampoco juega a favor de Rosell.