Se han cumplido este miércoles dos años de la fuga del rey emérito, perseguido por numerosos casos de corrupción económica y que acabaron con su huida irreversible a los Emiratos Árabes Unidos. Hoy, Juan Carlos I se encuentra en Abu Dabi disfrutando de todo tipo de lujos, pero ha perdido el reconocimiento de los empresarios importantes y el respeto del pueblo. En estos 24 meses solo ha viajado a España en una ocasión, pasando un largo fin de semana en Galicia, reuniéndose durante unas horas en la que fue su residencia de la Zarzuela con su hijo Felipe y almorzando más tarde en el mismo palacio con su familia.
En estos 24 meses, la Fiscalía, la Agencia Tributaria y los tribunales se han encargado de ir cerrando las carpetas que tenía abiertas para limpiar su expediente judicial: en un caso, pagando una multa millonaria; en otro, ralentizando la investigación lo suficiente para que los plazos vencieran; y, en los últimos, haciendo una peculiar lectura de lo que era la inviolabilidad del monarca antes del 19 de junio de 2014 y alargando de facto esta situación después de su abdicación.
Ha sido un camino vergonzoso en el que se ha aplicado a fondo el régimen del 78, sin fisura alguna, y, lamentablemente, también sin diferencia alguna significativa entre el PSOE de Pedro Sánchez y el Partido Popular, Vox o la minúscula formación de Ciudadanos. Hoy Felipe VI reina, pero su papel no tiene la relevancia de la que gozó su padre a finales del siglo pasado, cuando aún no se conocían sus cuentas corrientes en paraísos fiscales o las comisiones cobradas de los emiratos del golfo Pérsico o su relación con la princesa Corinna, con la que aún mantiene el único pleito judicial que resta vivo, en Londres, fruto de una demanda presentada por su examante.
Fruto de todos estos avatares, la monarquía no alcanza el aprobado en las encuestas de opinión mínimamente fiables que se publican y el CIS hace años que dejó de preguntar por la jefatura del Estado. En Catalunya, su situación es especialmente grave, ya que a la corrupción de la familia real se añade el papel extremadamente hostil de Felipe VI durante el otoño de 2017, su discurso del 3 de octubre y la ruptura con la sociedad catalana y todas sus instituciones de autogobierno. Si miramos el futuro de la institución monárquica con los ojos de la situación actual, no parece que pueda revertirse el deterioro que sufre actualmente.
A medida que se alargue la estancia de Juan Carlos I en Abu Dabi, se pondrá de manifiesto que su fuga solo obedeció a una razón que es la corrupción y que su hijo cree que la única razón de mantener la monarquía a flote es teniendo a su padre bien lejos. Al menos, mientras esté fuera, todas las capas de la sociedad acusarán solo al emérito.