Las declaraciones de Juan Alberto Belloch, responsable del macrodepartamento de Interior y Justicia en los años 90 con Felipe González de presidente del gobierno socialista, son nauseabundas, intolerables y alarmantes. Para los que aún no las conozcan a estas horas, ha manifestado lo siguiente en una entrevista a la agencia Efe: "Catalunya genera un problema institucional más grave que el terrorismo de ETA, que provocaba dolor, rabia e indignación, pero no cuestionaba el estado de derecho". Después de 50 años de actividad terrorista, unos 3.000 atentados, más de 850 muertos, 2.600 heridos y 90 secuestrados, Belloch cree que el problema realmente grave es llevar a cabo un referéndum sobre la independencia, o que España y Catalunya lo negocien.

De hecho, para redondear su punto de vista, añade: "Catalunya todavía requiere de alguna otra derrota del independentismo para que reaccionen" y para que sus líderes y simpatizantes lleguen a la conclusión de que no tienen absolutamente nada que hacer. ¿De qué tipo de derrota está hablando? Porque, en democracia, las victorias y derrotas se sustancian en las urnas y en las elecciones al Parlament de Catalunya, donde desde la aplicación del 155 y las convocatorias de 2018 y de 2021, lo que ha habido es una ampliación de escaños y diputados superando, además, el 50% de los votos, hasta situarse cerca del 52% de los sufragios emitidos el pasado 14 de febrero. ¿Acaso está insinuando otro tipo de derrotas que nada tienen que ver con una democracia?

No fue Belloch un político cualquiera, ni tampoco un magistrado cualquiera. Su hoja de servicios en ambos campos está repleta de ocupaciones en cargos del Estado español muy importantes. Como político, aparte de viceministro de Justicia e Interior —siendo la actual ministra de Defensa, Margarita Robles, su número dos—, también fue senador, diputado y alcalde de Zaragoza durante más de una década. En el ámbito judicial, entre otros cargos, miembro del Consejo General del Poder Judicial, presidente de la Audiencia de Vizcaya y hasta los primeros días del próximo mes de febrero, cuando se jubila, magistrado de la Audiencia Provincial de Zaragoza.

En ninguno de los dos ámbitos en los que se ha movido en los últimos 45 años, la justicia y la política, como caminos de ida y vuelta, he oído a nadie escandalizarse por sus palabras. Tampoco a las asociaciones de víctimas del terrorismo, siempre tan atentas a intervenir en el debate público. Ningún ministro del PSOE de aquellos que pregonan el diálogo, la reconciliación y pasar página al procés han hablado a estas horas y siguen mudos. Tampoco el PSOE o el PSC. Ni la judicatura de la que aún forma parte Belloch. Silencio. Un clamoroso silencio.

La simple verbalización de poner por delante la integridad territorial, a vidas humanas y derechos y libertades fundamentales es repulsiva. Él que, además, entre otros destinos profesionales tuvo el del juzgado de Vic, donde se produjo la mayor matanza de ETA. ¿Qué tipo de persona puede decir una cosa así?