Si en algún momento la política y la ética tuvieron algo que ver queda muy lejos de las desafortunadas declaraciones de Pablo Echenique señalando que no es necesario la creación de una comisión de investigación parlamentaria sobre las revelaciones de la CIA, Felipe González y los GAL "porque todo el mundo sabe lo que pasó". Cabe entender que lo que pasó para Echenique no está muy lejos de lo que manifestó Pablo Iglesias el 2 de marzo de 2016 en el Congreso de los Diputados y que generó en su momento una gran tensión política: "El señor Felipe González tiene el pasado manchado de cal viva". Fue una opinión nada descabellada, ciertamente, y ahora ratificada por la CIA. Echenique tendrá sus razones para evitar la comisión de investigación parlamentaria, pero teniendo en cuenta que, en la actualidad, el PSOE y Podemos son socios de gobierno en España es muy fácil sumar dos y dos.
La cuestión no es tristemente, como plantea Echenique, que "todo el mundo sabe lo que pasó" y que por eso igual piensa que es mejor no remover el pasado. Si eso se hiciera en otras latitudes y en otros momentos, muchos se hubieran ido de rositas muy fácilmente. No hace falta poner ejemplos de ello, cada uno puede poner los suyos y la historia está repletos de ellos. Quizás olvida que hubo terrorismo de Estado y muertos por en medio, con lo que, además, su pronunciamiento acaba siendo un insulto a las víctimas. Si siguiéramos su consejo al pie de la letra ¿qué sentido tendría recuperar la Memoria Histórica? Carecería de sentido alguno ya que, utilizando sus propias palabras, todo el mundo sabe lo que pasó.
Dejarse llevar por unas ansias por tapar cualquier debate para no aparecer como un socio de gobierno desleal, no puede acabar convirtiéndose en una aparente carta blanca para enterrar cosas tan graves como blanquear el terrorismo de Estado. La nueva izquierda no debería ir tan deprisa en todo ello si no quiere quedar confundida demasiado rápido en una especie de PSOE-bis. De aquel movimiento del 15-M, desacomplejado, rupturista y republicano quedan cada vez menos cosas, ya que el establishment tiene sus propias reglas y no deja acercarse al poder a aquellos que le son incómodos. Podemos se encuentra en este difícil equilibrio entre representar aquella ilusión o acabar regalando series de televisión al rey Felipe VI.
Quizás un día tendrán que escoger entre un nuevo reformismo o una ruptura, entre monarquía y república, o entre el derecho a decidir o el uniformismo español. A todo eso le van dando largas y más largas, sin que haya noción alguna del tiempo, ya que ahora se trata, deben pensar, de disfrutar del poder. Pero la línea de blanquear el terrorismo de Estado y hacer de tripas corazón debería ser infranqueable para ellos, que tantas lecciones han dado, política y, sobre todo, éticamente hablando.