Se cumplirán esta semana cien días desde el inicio de la invasión de Ucrania por parte de las tropas rusas y que, entre sus trágicas consecuencias, ha provocado la crisis de refugiados más grave en Europa desde la Segunda Guerra Mundial, superando ampliamente los seis millones de personas, según las cifras actualizadas por la Agencia de Naciones Unidas para los Refugiados (ACNUR). Aunque es muy difícil saber la cifra de civiles muertos, Naciones Unidas ha verificado más de 4.000, y alrededor de 5.000 heridos. De los fallecidos, se acerca a 300 el número de niños que han perdido la vida.
Además de este trágico balance en vidas humanas y en desplazamiento de personas, hay que sumar la destrucción que han provocado las tropas rusas en una parte importante del territorio ucraniano. Si estas son las principales consecuencias militares de la invasión rusa, la prolongación de los combates ha llevado acarreadas considerables consecuencias económicas y financieras en todo el planeta, que van desde una complicada situación alimentaria provocada por la falta de productos básicos como los cereales, o el conflicto del gas ruso que ya ha sido cortado a varios países. También ha habido claves históricas en la geopolítica mundial con la solicitud de entrada en la OTAN de países del norte de Europa.
La economía mundial se resiente del conflicto mientras Vladímir Putin practica una guerra de desgaste continuado de las posiciones ucranianas, una vez fracasó en su intento de un conflicto bélico rápido, que pasaba por la rendición sin lucha alguna de los ucranianos. Perdida esta batalla y con un cierto desconocimiento real por parte de todos de lo que sucede sobre el terreno, gobernantes europeos, Estados Unidos, la OTAN, la Comisión Europea y Naciones Unidas parecen haberse adaptado a un conflicto que puede durar muchos meses. Y lo que es peor, en buena medida ha desaparecido de las informaciones relevantes de los medios de comunicación pese a las graves consecuencias que está teniendo, en primer lugar, para los ucranianos, pero también para Occidente.
Las previsiones de crecimiento del PIB para este año y el que viene han tenido que ser retocadas tanto por el FMI como por la OCDE en dos ocasiones en los cinco meses que llevamos del 2022. Con este severo horizonte en el corto y medio plazo, la primera conclusión debería ser una implicación mayor de Occidente en Ucrania. Si en un primer momento, alguien pudo pensar que Rusia sería inmovilizada con las restricciones que se le habían impuesto, tanto económicas como financieras, ello no ha sucedido. O, al menos, no lo ha hecho con el resultado de forzarla a una negociación y a una retirada.
No es seguro que, una vez Putin perdió las ventajas del factor sorpresa, ahora Rusia ya haya interiorizado que no son los únicos que tienen mucho a perder. El hecho de que no se haya producido una negociación seria para acabar el conflicto armado demuestra una gran impotencia por parte de Europa y Estados Unidos. Y algo más preocupante, como es la falta de liderazgos reconocidos y reconocibles. Sin estas figuras, todo es mucho más difícil y nos aboca, seguramente, a un conflicto inevitablemente largo.