Progresivamente, la Covid parece que se va alejando de nuestras vidas. Dejamos atrás una auténtica pesadilla que ha provocado hasta la fecha 14.595 defunciones en Catalunya y ha dejado enormes secuelas en la sociedad, desde los más jóvenes hasta los más mayores. Los indicadores epidemiológicos son positivos, más de tres millones de personas (el 38,5%) se han vacunado con la primera dosis, la pauta completa la tienen unos 1,8 millones de catalanes (22,5%) y no se ha registrado ninguna defunción en la jornada del sábado.
Los debates cambian y si nos hemos pasado casi quince meses hablando de qué espacios era necesario cerrar para controlar la expansión de la pandemia, ahora es justo al revés y lo que se plantea es cuánto tiempo falta para que se abra lo que aún permanece cerrado, como el ocio nocturno. No tardará, sin duda, en incorporarse a la normalidad con las regulaciones correspondientes, claro está, pero es necesario para que episodios como los botellones se reduzcan a porcentajes prepandemia.
Se incorporan nuevos debates sobre la Covid que sirven para sacarnos del túnel informativo en el que hemos vivido desde la segunda quincena de marzo del pasado año. El último, si se debe dar paso ya a la vacunación universal, sin franjas de edad reguladas como hasta la fecha. Un debate que solo se puede producir cuando se produce la doble combinación de un porcentaje importante de la ciudadanía vacunada y unos datos positivos.
En esta situación, es más importante que nunca que el Gobierno dé manga ancha a las autonomías para que gestionen su propia salida, ya que nadie conoce mejor la situación sobre el terreno. Los errores uniformizadores del pasado, a los que son siempre tan proclives los gobiernos españoles en cualquier circunstancia, no deberían volverse a producir.
Habrá que seguir vigilantes y atentos a los datos, es obvio. Pero superada la peor fase del coronavirus y con los datos que se conocen actualmente, hay que lanzarse rápidamente a una recuperación económica que, sin duda, será desigual, ya que mucha gente se ha quedado sin trabajo o sin negocio por el camino. Pero ha de ser la iniciativa privada la que coja ahora el relevo, con fuerza suficiente para que los ERTEs vinculados a la pandemia también acaben siendo historia.