El anuncio unilateral de la conselleria d'Educació de avanzar el inicio del curso escolar a principios de septiembre ha tenido esta semana una réplica contundente por parte de los sindicatos del sector, que han convocado una huelga de cinco días a partir del próximo 5 de marzo. Más allá de las razones y de los argumentos utilizados en público por unos y por otros, las dos partes parecen enrocadas y poco dispuestas a ceder, cuando en este conflicto lo que ha faltado son toneladas de diálogo, ya que la razón total no está ni en la administración ni en los sindicatos.
Que la decisión del conseller Cambray obedece a un viejo debate de fondo de ir, progresivamente, pareciéndonos a otros países en lo que respecta a las vacaciones escolares es cierto. Yo mismo lo he planteado en algún escrito o en alguna intervención en más de una ocasión. No tanto, obviamente, porque los profesores tengan demasiadas vacaciones, ya que este es un argumento de una gran demagogia, puesto que cuando no dan clases tienen, fuera de las vacaciones que les corresponden, una actividad escolar también necesaria. Por cierto, cuando se producía este debate los dos partidos que actualmente conforman el Govern de la Generalitat estaban en contra o guardaban silencio.
Bienvenido, por tanto, el Govern catalán a un debate durante muchos años pospuesto. Ahora bien, lo que no se puede y no se debe hacer nunca es tratar de imponer sin un debate profundo y amplio una cosa tan sensible, que afecta a tantos sectores de la sociedad -desde los maestros a las familias- y con tantas aristas, como es el calendario escolar. No vale la imposición y después dialogar. En todo caso, y tampoco nunca es el mejor camino, tiene que ser a la inversa. Educació ha demostrado claridad en el diagnóstico y torpeza en la presentación. Eso sin olvidar que habrá que ver que el dinero que propone para llevar adelante su plan sea tan fácil de liberar de las paupérrimas arcas de la Generalitat. Vamos, que ha empezado la casa por el tejado.
Hasta el 5 de marzo hay tiempo para evitar la huelga convocada, que sería un enorme trastorno para las familias, y que las dos partes tendrían que explicar muy bien cómo se ha llegado a materializar. La conselleria d'Educació tiene que mover pieza y ofrecer a los sindicatos una negociación sería, algo que no ha sucedido hasta la fecha. Y los sindicatos educativos deben contemplar escenarios alternativos a la huelga si hay un avance en las negociaciones.
Muchas veces se habla de diálogo como sinónimo de negociación. Con Madrid, por ejemplo, se dialoga en el mejor de los casos, nada más. Porque de una negociación no quieren saber nada. La conselleria y los sindicatos no se han de conformar con un diálogo que a nada conduce. Es necesario una negociación y un acuerdo. Y esa es la asignatura pendiente de las dos partes en un contencioso que no podía empezar de una manera peor.