Después del ridículo de esta semana en el Parlament, en el que la ausencia de una estrategia común del independentismo ha provocado, una vez más, la pelea entre las tres formaciones que así se consideran, se ha conseguido, incluso, olvidar que el verdadero problema no es otro que una sentencia desproporcionada del Tribunal Superior de Justicia de Catalunya de inhabilitación al diputado Pau Juvillà por tener colgados en su ventana unos lazos amarillos. Unido a una acción de matonismo de la Junta Electoral Central apropiándose de unas funciones que no le son propias, ya que es un órgano administrativo y no un tribunal de justicia. Los partidos independentistas, obsesionados en explicar las miserias de los otros, se han olvidado de poner el foco en el origen del problema no fuera el caso de que, por una vez, la ciudadanía les volviera a entender y a solidarizarse.
Que todo ello haya sucedido coincidiendo con el Día Nacional del Exilio y la Deportación, que se celebra este 5 de febrero, es, obviamente, una cuestión de azar. Pero que nos apremia a recordar que el exilio tiene un papel más importante que el que a veces se le quiere dar. Entre otras cosas, porque el exilio, como arma arrojadiza de la represión del estado contra el independentismo catalán, es un arma unitaria de Junts, Esquerra Republicana y la CUP. Se olvida, no sé si interesadamente, que, de los hechos de octubre de 2017, tuvieron que exiliarse representantes de los tres partidos: en Bélgica el president Carles Puigdemont y los consellers Toni Comín, Clara Ponsatí y Lluís Puig, hoy los cuatro unificados bajo el paraguas de Junts, pero Comín era conseller de Esquerra y Ponsatí era y sigue siendo independiente.
En Suiza residen dos exiliadas, de Esquerra, su secretaria general Marta Rovira, y la ex diputada de la CUP Anna Gabriel, sin cargos orgánicos en la formación anticapitalista pero sin duda uno de sus referentes políticos más relevantes y con mayor autoridad. Por no hablar también de que unido al exilio político de 2017 está el rapero mallorquín Valtònyc, que unifica en su persona la denuncia de la ausencia de libertad de expresión en el estado español. El exilio es un activo mucho más importante que el que a veces interesa dar a entender y debería servir como arma unitaria frente a la represión en unos momentos en que las formaciones independentistas juegan una partida de vuelo gallináceo.
El Dia Nacional del Exilio y la Deportación y la exposición que la Generalitat ha inaugurado en Bruselas rinden homenaje a los que tuvieron que cruzar la frontera con Francia en 1939 y que fruto de la guerra y la dictadura tuvieron que abandonar su país. Algunos, como el president Tarradellas, no pudieron regresar hasta 1977. Hoy vuelve a haber exiliados, no como consecuencia de una guerra sino de una represión judicial y, en parte, también política. Por suerte, la justicia europea tiene un papel decisivo en todos los países de la Unión y el Tribunal de Justicia de la Unión Europea es el tribunal supremo de la UE en materia de derecho.
En los próximos meses, el TJUE se pronunciará sobre los exiliados del Govern catalán, en una sentencia que contribuirá a cambiar el rumbo de la historia si hay un pronunciamiento contrario al estado español. Aprovechar el exilio como un paraguas unitario sería una jugada inteligente, ya que, al final, la confrontación política existente no es otra cosa que el conflicto entre Catalunya y España.