La aprobación de los presupuestos de la Generalitat este jueves por el Parlament de Catalunya supone, quizás, el primer éxito de este Govern y, junto a todo ello, una prueba de que la normalidad —parcial obviamente mientras haya exiliados y represión— es posible. Aprobar las cuentas públicas del año siguiente antes de que acabe el ejercicio acostumbra a ser lo normal en cualquier país de nuestro entorno. Sin embargo, vicisitudes de diversa índole —incluida la aplicación de la represión de un 155— habían convertido Catalunya en un territorio en el que la anomalía era norma. Este año, por primera vez desde las cuentas del 2009, se han aprobado con tiempo suficiente para que puedan entrar en vigor el próximo 1 de enero, algo que era un compromiso del conseller d'Economia, Jaume Giró, que así lo garantizó en el Parlament cuando los presentó y ha acabado cumpliéndolo.

La felicidad del Govern no ha sido completa, ya que la actitud obstruccionista de la CUP desde el primer momento —más por la deriva autonomista del Govern y la alergia a cualquier confrontación con el Estado— les situaba en una encrucijada enormemente compleja, ya que la mayoría independentista del 52% que propició la investidura de Aragonès descarrilaba, quien sabe si irremediablemente. Ello obligaba a adoptar una decisión y ninguna era óptima: descartar la aprobación y con ello los 5.000 millones extras que incorporan, aprobarlos con los comunes, abrir la negociación también al PSC o forzar una situación hasta el final con la CUP a cara o cruz. Descartada desde el primer momento la primera, Esquerra prefería la primera (comunes) y Junts la última (la CUP). El president Aragonès se decantó a favor de los comunes, no sin que la coalición y el Govern tuviera sus fricciones. Al final, era una cuestión más estética que cualquier otra cosa, ya que dentro de un tiempo nadie sabrá con quién se han aprobado y lo que valdrá, en la práctica, es que hay nuevos presupuestos y la capacidad inversora de la Generalitat se habrá multiplicado.

De los 5.000 millones de más respecto a los últimos presupuestos aprobados en 2019, destaca que tres de cada cuatro euros de los recursos nuevos irán a políticas sociales para las personas. El conseller Jaume Giró, además, ha asegurado que la cuentas recién aprobadas movilizarán las partidas que sean necesarias para revertir, una vez más, los efectos nefastos de la sentencia del TSJC avalada por el Supremo que impone un 25% de castellano en las escuelas. Hace unas semanas fue Canet y este viernes Cubelles, en lo que acabará siendo, ya se ve venir, un goteo permanente de recursos presentados en centros escolares por una única familia, desestabilizando los proyectos lingüísticos de los centros.

Aprobados los presupuestos quedan pendientes cosas tan importantes como la llegada de los fondos covid, que el Govern reclama mientras Pedro Sánchez sigue mirando al tendido. La variante ómicron va a condicionar los próximos meses y es importante que el Govern utilice todos los mecanismos parlamentarios para forzar al Gobierno español a crear una línea de ayudas a los sectores afectados. El presidente español se salió por la tangente en la última conferencia de presidentes, pero es obvio que hay margen, si se hacen bien las cosas, para que acabe aceptándolo. Pero el gran interrogante tiene que ver con la CUP y qué papel querrá adoptar en la legislatura que, como aquel que dice, se acaba de iniciar y ya le falla la mayoría parlamentaria.

Los cambios que quieren los anticapitalistas chocan con la política de Esquerra en España y la mesa llamada de diálogo con el gobierno Sánchez. Alcanzar un acuerdo que vuelva a la situación de la investidura no parece fácil, pero en la política catalana solución a problemas mucho más difíciles se han visto. Por tanto, tocará esperar, más allá de la verborrea tan propia de los políticos en situaciones tan abismalmente separadas.