La imagen prácticamente unánime del Bundestag, el Parlamento federal, aplaudiendo a la excanciller alemana que ha regido los destinos del país durante los últimos 16 años y que este miércoles ha cedido formalmente el testigo a su sucesor, el socialdemócrata Olaf Scholz, es la que se espera después de un liderazgo incuestionable que ha reportado beneficios indiscutibles a su país y que ha conducido el barco europeo con más aciertos que cualquier otra cosa. Merkel, austera siempre a la hora de recibir elogios, encajó, ya desde la primera fila de invitados de honor, con una leve inclinación de cabeza, la larga ovación.
Merkel ya es historia y lo hace con unos porcentajes de aprobación de su gestión muy altos. Los aplausos recibidos reconocen esta gestión, sin duda, pero también la necesidad que tienen los países y también los ciudadanos, en estos tiempos de gestiones grises e irreconocibles, sobre todo en lo positivo, de reconocerse en liderazgos muy fuertes. A Merkel solo le faltaron los aplausos de la ultraderecha, a la que tanto ha criticado estos últimos años, e incluso en esto supo estar antes que otros en el lado correcto de la historia y sin importarle, por ejemplo, que perdiera el poder en algunos Länder por ello.
Dar respuesta a todo ello no será una tarea fácil para Scholz, que estrena un gobierno —conocido como el Ejecutivo de la coalición semáforo— con socialdemócratas, verdes y liberales, que es toda una novedad en Alemania. Su entrada ha sido, cuando menos, llamativa: una subida del 25% del salario mínimo a casi dos millones de personas mientras el Banco Central alemán la criticaba calificándola de preocupante y, al mismo tiempo, el compromiso a no subir impuestos. Algo a destacar en una alternancia de gobierno en que acaba la alianza entre democristianos y socialdemócratas y llega el gobierno conocido como semáforo.
La llegada de Scholz a la cancillería, unido a las incertezas sobre las presidenciales francesas, que celebrarán su primera vuelta el domingo 10 de abril y la segunda y definitiva quince días después, sitúan la política europea en un cierto parón hasta bien entrado el segundo trimestre del año próximo. Por primera vez en años, Marine Le Pen, la líder de extrema derecha al frente de Rassemblement National, no tiene asegurado el pase a segunda vuelta, y ello podría dar al traste con la victoria del actual presidente Enmanuel Macron.
Valérie Pécresse, actual presidenta de la región Île-de-France, que se define como una mezcla de dos tercios de Merkel y uno de Thatcher, al frente de Les Republicains o bien el polemista Éric Zemmour, rivalizando en la extrema derecha con Le Pen, y ahora aparentemente algo más desinflado, están con aspiraciones en la carrera hacia el Eliseo. Scholz espera pareja europea mientras no deja de sonar ridículo ver a Pedro Sánchez en Galicia presentándose como un pionero de las políticas que va a practicar a partir de ahora Alemania.