Ni el comunicado oficial emitido por el Fútbol Club Barcelona sobre el astro argentino Leo Messi anunciando la salida del jugador de la entidad blaugrana, aduciendo obstáculos económicos y estructurales por la normativa de la liga española, ha zanjado a estas horas de la noche de una manera que se pueda considerar irreversible y definitiva la marcha del futbolista. ¿Qué ha sucedido para que cuando todo estaba previsto para la firma del jugador este mismo jueves en las instalaciones del club después de un laborioso acuerdo para los próximos cinco años, en unas pocas horas, todo se haya ido al traste y en estos momentos ya se sitúe al jugador argentino en el equipo del París Saint Germain?
No hay una versión oficial y, por tanto, habrá que esperar a este viernes a las 11 horas en que el president Joan Laporta ha anunciado una comparecencia pública. Por ahora todo son rumores: que si el chantaje del fondo británico CVC que debía inyectar a través de la liga 270 millones al Barça era a cambio de que el Barça renunciara a la Superliga y Laporta no quería; que si Tebas ha jugado sucio con Laporta en el último minuto; que sí los números no salían, ya que la masa salarial seguía siendo muy alta y la renuncia de algunos jugadores a una parte de su salario, muy pequeña; que si el proyecto deportivo que se le había puesto a pocas semanas de empezar la liga era insuficiente; que sí no quería que continuara Koeman y prefería a Xavi Hernández en el banquillo; y así varias conjeturas más para entender por qué si jugador y club estaban de acuerdo la firma del mismo no ha sido posible.
En cualquier caso, el anuncio oficial de su marcha ha sido un adelanto de lo que, si acaba pasando, sucederá: el club sumido en una depresión desconocida para los que hemos tenido la suerte de disfrutar en el terreno de juego a un futbolista único, sin duda el mejor que hayamos podido ver en directo en un estadio. Porque para una generación la posibilidad de ver en el Camp Nou cada quince días al mejor jugador del mundo desde su debut con 16 años, el 16 de noviembre de 2003, ha sido una experiencia única. Irrepetible.
Messi ha sido el jugador de todos los récords posibles: 35 títulos con el Barça, entre ellos 4 Champions League y diez ligas; máximo goleador de la liga española, con un total de 474 tantos; récord de goles en una temporada (50) y 120 goles en la Champions League. Ha logrado seis pelotas de oro de la FIFA y cuatro botas de oro. Este año, finalmente, con Argentina logró su primer gran torneo al ganar a Brasil en la Copa América.
Acabe como acabe el culebrón Messi, y ya llegará la hora de pasar cuentas con los mandatarios del club que han permitido que se llegara a esta calamitosa situación y la entidad quedara literalmente como un solar, económicamente hablando, al argentino los barcelonistas y aficionados al futbol solo podemos darle las gracias y desearle toda la suerte del mundo. Nadie ha hecho tanto como él por el club, y su nombre asociado a la capital y al país ha sido una gran suerte. El mejor embajador de unos valores, los deportivos, que han proyectado como nunca antes la imagen del club.
Durante años, Messi y el Barça han sido lo mismo. Y si la magia se rompe, cuesta ver un futuro con optimismo.