La última sandez del Partido Popular para desmontar la escuela catalana ha sido presentar una proposición de ley en el Congreso de los Diputados para crear una nueva línea funcionarial que vigile el uso de la lengua castellana en las escuelas. Sería la Alta Inspección Educativa, un cuerpo específico de inspectores que tendría como función castigar a los centros educativos que no se adapten a la legislación española. Cabe suponer que estos inspectores, en funciones más policiales que educativas, serían como unos hombres de negro que dependerían de Madrid, porque, claro está, lo primero que cuestiona el PP siempre es que el Govern de la Generalitat se salta permanentemente la ley y no va a poner la Alta Inspección a depender de la Conselleria d'Educació.
Podría depender, por ejemplo, de la Delegación del Gobierno, aunque, con lo quisquillosos que son los del PP, el hecho de que esté en manos de la socialista Teresa Cunillera, de Lleida, igual es un problema. Del PSC pactando con Bildu o con el independentismo catalán no son buenas credenciales para Cunillera. Quizás Pablo Casado podría recurrir a la ley Wert, aquel que quería españolizar a los niños catalanes, a ver qué dice. Se llevaría una sorpresa: ni a Wert se le ocurrió tal estupidez. Otra solución sería, a lo mejor, conservar directamente la Jefatura Superior de Policía de Via Laietana e instalar este cuerpo de élite educativo allí directamente. El hecho de que dependa la jefatura del ministro Fernando Grande-Marlaska, con el que coinciden a menudo, igual suavizaría la petición del presidente del PP.
O, si se hablara con la presidenta de la Comunidad de Madrid, Isabel Díaz Ayuso, podrían depender directamente de ella. Qué mejor que ponerlos en manos de quien tiene a todos los votantes de Vox embelesados. No sé hasta qué punto el líder del PP es consciente de su incapacidad para generar propuestas atractivas entre el electorado ―poco― que tiene en Catalunya y su ausencia de liderazgo para dar respuesta a los problemas del electorado español que dice representar y que no pasan por hablar cada día de la escuela catalana. La falta de carisma no se soluciona con iniciativas legislativas que lo único que hacen es escorar una fuerza en teoría centrista hasta la derecha extrema.
No es extraño, por ejemplo, que Angela Merkel huyera siempre que podía y como gata escaldada del PP español, ya en la época de Mariano Rajoy y mucho más en los últimos tiempos. Para la excanciller alemana los populares estaban más cerca de las derechas polacas o húngaras que de la democracia cristiana alemana o el liberalismo que representa el presidente francés Emmanuel Macron. No es la primera vez que lo apunto, pero la desesperación de Casado solo le conduce a ser una mala copia de Díaz Ayuso y, llegado este punto, como sucede siempre, el original es mejor que la copia.
El problema de Casado es que entre los suyos corre como gallina sin cabeza, entre falsos aplausos y guiños a Ayuso, mientras Pedro Sánchez lo observa con una cierta indiferencia: su extremismo y sus rarezas sitúan al líder socialista en un falso centro. Qué desastre para España; qué problema para Catalunya.