Aunque seguimos sin saber los motivos por los que Pedro Sánchez renunció al apoyo histórico español a la independencia del pueblo saharaui y cedió a los deseos de Marruecos, desatando la tormenta perfecta en contra de los intereses políticos y económicos en aquella área, los recientes y dramáticos sucesos en la frontera con Melilla han desmontado la mayor: el acuerdo con Mohamed VI no ha servido para mejorar la seguridad en la frontera y todo sigue igual que antes. Con el paso de las horas se han podido ver vídeos de cómo la policía marroquí hacía la vista gorda y facilitaba la avalancha de los alrededor de 2.000 inmigrantes acercándose a la valla con Melilla y también imágenes de como Marruecos se apresuraba a enterrar a los muertos sin ningún tipo de autopsia ni investigación para que no quede rastro alguno de la atrocidad cometida.
Entonces, ¿si la entrega del Sáhara Occidental no fue para contener la presión migratoria, para qué fue? Y ¿por qué razón Pedro Sánchez se expresa en términos elogiosos con la actuación de Marruecos después de todo lo que hemos visto? Una última pregunta: aquellas dos vergonzosas palabras de "bien resuelto", que le perseguirán políticamente mientras esté en el cargo, ¿qué objetivo tenían cuando son más propias de un personaje siniestro como el expresidente de Estados Unidos Donald Trump que de un primer ministro de cualquiera de los principales estados de la Unión Europea?
Si no quedan razones para justificar la indignidad política de Pedro Sánchez, habrá que dar credibilidad a que Marruecos tiene alguna poderosa razón con la que restar capacidad de maniobra al presidente del gobierno. En su día se dijo, y lo desmintió el CNI, que Marruecos estaba detrás del espionaje con Pegasus a su móvil, del que, supuestamente, se habría extraído información relevante. También se ha especulado con que Marruecos posee material clasificado en otros sucesos trágicos, porque habrían participado sus servicios de inteligencia. Sea como sea, ahora que la izquierda del PSOE ya se ha despertado de su silencio de las primeras horas —muy clamoroso en el caso de la vicepresidenta Yolanda Díaz— veremos hasta dónde quieren llegar.
También será interesante ver cómo afectan las turbulencias de lo sucedido en la frontera con Melilla al gobierno español y a las formaciones de izquierdas que ayudan a la gobernación de Pedro Sánchez, y que ahora el agua ya les llega al cuello. No es solo Andalucía y las sombrías expectativas electorales en unas futuras elecciones españolas, es la falta de empatía con los 40 migrantes muertos en una situación inexplicable o el plan anticrisis aprobado por el gobierno español para bajar tres puntos la inflación y que ha recibido múltiples críticas. El político de las siete vidas parece haberse quedado sin ninguna.