A las puertas de 2022, cuando ya hace más de cien días de la improductiva reunión celebrada en el Palau de la Generalitat, los portavoces del PSOE y de Podemos han driblado este lunes las advertencias del president Pere Aragonès y del líder de Esquerra Republicana, Oriol Junqueras, que coincidieron en la Diada de Sant Esteve reclamando al gobierno español que se ponga las pilas para desbloquear el conflicto político existente. Aragonès utilizó el discurso televisado del president de la Generalitat de Fin de Año para introducir un nada sutil cambio de registro en el lenguaje utilizado hasta la fecha, y defendió la necesidad de empezar a construir alternativas por si la negociación con el Estado se encallaba y no aportaba los resultados que desde Esquerra pensaban que iba a dar.
Han transcurrido 103 días desde aquella cumbre entre gobiernos, que fijó una reunión sin fecha que, inicialmente, pareció ubicada hacia finales de año y más tarde a principios de 2022. Parecería razonable, por tanto, que ya estuviera calendarizada y se supiera el orden del día, que ya no debería ser de temáticas en abstracto. Lejos de todo ello, tanto el portavoz socialista, Felipe Sicilia, como el portavoz parlamentario de Unidas Podemos, Pablo Echenique, se han escudado en la evolución de la pandemia y han pedido a Aragonès que no ponga plazos al diálogo en los medios de comunicación. Una manera como otra de tirar pelotas fuera y sacarse de encima la presión de Aragonès y de Junqueras.
Ha hecho bien Esquerra en abrir el melón de la segunda reunión de la mesa de diálogo, consciente, seguramente, de que a la vuelta de Reyes este será un tema recurrente y que estará presente en todas las comparecencias informativas. Tanto de las que intervengan los portavoces de Esquerra como en las del Govern catalán y en las de Junts per Catalunya, que se quedó fuera de la mesa de diálogo una vez el president de la Generalitat vetó la presencia de dirigentes del partido de Carles Puigdemont que no fueran miembros del ejecutivo catalán, como pretendían y así lo propusieron designando a Jordi Sànchez, Jordi Turull, Miriam Nogueras y Jordi Puigneró. Este último sí que fue aceptado por su condición de vicepresident del Govern.
En cualquier caso, el PSOE, con los presupuestos del Estado aprobados, y con dos años de legislatura por delante, si no avanza las elecciones, tendrá la tentación de aplicar un ritmo de tortuga al diálogo, esperando que cualquier acontecimiento imprevisto dé al traste con él y sirva como excusa para tirar la pelota hacia adelante. Este ritmo está en las antípodas de lo que Esquerra necesita y más en un momento en que la CUP se ha descolgado de la mayoría parlamentaria tras su 'no' a los presupuestos de la Generalitat y necesitará compromisos e incentivos de los republicanos para volverse a sumar. Algo que hoy no es precisamente fácil.